Opinión

Colombia necesita una presidenta y el mundo más lideresas

La guerra comercial ha comenzado, y los mercados globales ya sienten sus efectos. Los expertos coinciden en que, en este tipo de confrontaciones, todos terminaremos perdiendo. Donald Trump, convencido de que la economía estadounidense es un paciente en cuidados intensivos, ha optado por imponer aranceles agresivos con la esperanza de atraer cientos de miles de millones de dólares que hoy se invierten en otras regiones. Su estrategia busca impulsar el desarrollo del país y frenar la pérdida de empresas y empleos.

En respuesta, China anunció aranceles del 34% a productos estadounidenses, mientras Europa se prepara para contraatacar, al tiempo que intenta fortalecer su golpeada economía. Latinoamérica, por su parte, se encuentra en una posición de resignación, tratando de negociar acuerdos que minimicen los daños. La lógica dicta que diversifiquemos nuestros mercados, especialmente en el atractivo público asiático, pero los altos costos de transporte hacen que nuestros productos pierdan competitividad. Estados Unidos sigue siendo nuestro principal socio comercial, tanto por su capacidad de consumo como por su cercanía geográfica.

La coyuntura que vivimos representa quizás el mayor cambio en el orden mundial de los últimos 100 años y puede analizarse desde múltiples perspectivas. Personalmente, no puedo evitar pensar que, si el mundo estuviera gobernado por más mujeres, muchos de estos conflictos podrían evitarse. Las mujeres están diseñadas para controlar crisis. En tiempos turbulentos como los actuales, sería invaluable el pragmatismo de Angela Merkel, quien supo liderar Europa con firmeza y sensatez.

En este contexto, cabe destacar que la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la presidencia de México marca un hito en el liderazgo estratégico y la diplomacia efectiva. Mientras otros países adoptan posturas beligerantes ante las amenazas arancelarias de Trump, Sheinbaum ha demostrado prudencia y paciencia, lo que le ha valido una alta favorabilidad global. Gracias a su enfoque mesurado, México logró recientemente una exención de aranceles por parte de Estados Unidos, diferenciándose de otras naciones que enfrentan restricciones comerciales.

Históricamente, la violencia de género y la discriminación han estado arraigadas en la humanidad debido a la resistencia de muchos hombres a reconocer el liderazgo y capacidad de las mujeres. Esta negación, lejos de ser un problema aislado, es estructural y perpetúa desigualdades que afectan su integridad física, moral y económica.

Colombia, con una democracia consolidada, se encuentra en un punto de inflexión en el que una presidenta no solo es viable, sino necesaria. El panorama político actual sugiere un posible enfrentamiento en segunda vuelta entre Vicky Dávila y Claudia López. La adhesión de la estratega política Alicia Arango a la campaña de Dávila fortalece su posición y debilita a los precandidatos del Centro Democrático, que no tienen el carisma necesario para la contienda presidencial.

Si bien estamos preparados para que una mujer gobierne el país, no debemos bajar la guardia en la lucha contra los flagelos que siguen afectando a las colombianas. La desigualdad estructural impone un doble esfuerzo a las mujeres para que sus virtudes sean reconocidas en un entorno que minimiza sus logros, las somete a salarios más bajos y las excluye de posiciones de poder. Además, enfrentan constantes amenazas contra su integridad física y moral, siendo víctimas de abuso y violencia por el simple hecho de ser mujeres.

Es deber de toda la sociedad denunciar y combatir estas agresiones. Al mismo tiempo, debemos reconocer y respaldar el trabajo de las autoridades cuando logran avances significativos en la lucha contra la impunidad. La reciente captura de los presuntos abusadores en el cerro de la DPA refuerza la confianza en la justicia y envía un mensaje claro: quienes atenten contra las mujeres deben ser judicializados sin excepción.

A esta problemática se suma el desempleo femenino, que sigue siendo un desafío estructural con profundas implicaciones en la violencia de género. En febrero de 2025, la tasa de desempleo femenino en Colombia alcanzó el 13,4%, mientras que la masculina fue del 8,0%, evidenciando una brecha de 5,5 puntos porcentuales que limita la autonomía de muchas mujeres y las expone a situaciones de vulnerabilidad.

En Valledupar, la informalidad laboral agrava aún más la situación. Muchas mujeres carecen de seguridad social y protección laboral, lo que restringe su capacidad para salir de relaciones abusivas y acceder a créditos, vivienda y redes de apoyo. La falta de empleo formal perpetúa ciclos de violencia y exclusión, reforzando la necesidad de programas de incentivo para su contratación en sectores estratégicos y capacitaciones adaptadas a sus necesidades.

Solo a través de una acción colectiva podremos transformar esta realidad y asegurar que las mujeres en Colombia tengan el espacio y las oportunidades que merecen. Indiscutiblemente tener una mujer presidenta ayudaría en este propósito y sería un paso firme para lograr la tan anhelada equidad de género.

Por: Luís Alfredo Velásquez Maestre
Abogado Especialista en Derecho Administrativo
@abogluisvelasquez


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