‘El turco’ Pavajeau: ‘Vallenato legendario’
Su casa en la plaza Alfonso López, fue escenario para hacer público, el 29 de diciembre de 2003, el último nuevo amor —inocente, puro y verdadero— de Rafael Escalona Martínez.
La casa de ‘El turco’ Pavajeau, en el entorno de la plaza Alfonso López, es un referente vallenato. Y así será eternamente.
Desde allí, Roberto Pavajeau Molina siempre se envolvió en manteles de afortunadas noticias, pero hoy, infortunadamente, la prenda que lo arropa es nefasta: la mortaja.
Ha muerto a sus 81 años ‘El turco’ Pavajeau, pero ‘La casa parrandera’ —su amplia y acogedora casa— será, imperecederamente, por conocimiento directo o por tradición oral, evocación de un gigantesco relicario para una vida pródiga en cosas buenas, alegres, divertidas, anecdóticas. Así será para las generaciones actuales y para las que han de venir.
Por la residencia de ‘El turco’ Pavajeau, excelso anfitrión, pasó y se sentó por horas, e incluso días, lo más granado —y también el común— de gente, tanto local, como regional, nacional y extranjera que, de algún modo, tuviera algo que ver con el Festival de la Leyenda Vallenata, razón por la cual a esa casa también la han denominado ‘La embajada’.
Allí eran acogidos, en especial, los músicos vallenatos, porque Roberto Pavajeau Molina fue, desde pelao, un amante incondicional del folclor de su tierra. Tanto, que para él no existía inconveniente alguno para regalarle un acordeón al digitador que lo requiriera. La leyenda dice que fueron 37 los acordeoneros beneficiarios del mecenas y que el primero fue Nicolás ‘Colacho’ Mendoza. A cambio solo les pedía que le tocaran una parranda.
A EL PAÍS VALLENATO no se le puede escapar la oportunidad de contar que esa casa que hoy está de luto fue, el 29 de diciembre de 2003, escenario para la ‘consumación’ del último ‘amor público’ —inocente, puro y verdadero— de Rafael Escalona Martínez.
Como entrañable amigo de Escalona, ‘El turco’ tenía que prestar su ‘Embajada’ y alcahuetear al más grande compositor vallenato para que recibiera, procedente de Barranquilla, a Claudia Marcela Orellano Silva a fin de que esta, a sus 5 años de edad, cayera rendida, amor filial sin consanguinidad, en los brazos del compositor nacido en Patillal.
- Abuelo Escalona —terminaría por llamarlo Claudia Marcela.
Taryn y Ada Luz Escalona, Alba Quintero Almenárez, la extinta Rosa Rosado, Ana María Ferrer, Neftali Castellar y Rafael Escalona jr. habían armado la cohorte vallenata apropiada para que fuera testigo de tan afectuoso momento, la cristalización del abrazo de un vínculo emocional —afecto y cariño genuinos—, que había nacido a la distancia en el corazón de la pequeña que, para entonces, cantaba, a su manera, todo el repertorio de Escalona interpretado por Vallenet.
Un amor filial mutuo sellado con la frase “Para Claudia Marcela, tan pura como La Nevada. Te quiero mucho”: Rafael Escalona… Dedicatoria escrita con el puño y la letra del maestro sobre un afiche del trigésimo primer Festival de la Leyenda Vallenata.
- Abuelito Escalona me quiere mucho —dijo entonces la niña tras recibir el obsequio, el cual le llegó a su casa en la capital del Atlántico por correo físico.
Ella lo había llorado cuando una ligereza radial mató al autor de ‘La casa en el aire’ y desde cuando horas después se rectificó la infundada especie ‘informativa’ oró infinidad de veces, arrodillada en la iglesia de su barrio barranquillero, “para que Escalona no se me muera”.
En la revista impresa de la trigésima séptima edición del Festival —año 2024—se publicó la crónica que daba cuenta del encuentro ‘amoroso’ de dos generaciones distantes bajo el título: ‘Claudia Marcela: El nuevo amor del Maestro. Un ruego a Dios para que “Escalona no se me muera”’.
Claudia Marcela había cristalizado un sueño infantil que ella había recreado durante siete meses, aprendiéndose, desde su capacidad perceptiva, las letras de las canciones de Escalona vocalizadas por el joven cantante cartagenero Boris García-Vallenet, y a quien ella, a sus cuatro años, creyó que era el compositor. Cuando su padre, José Orellano, le aclaró la confusión y le dijo que era amigo de Escalona, la niña se interesó por ir hasta Valledupar a conocer al autor de ‘La casa en el aire’, ‘La molinera’, ‘El testamento’ y ‘Rosa María’, entre otras.
A Rafael Escalona Martínez y a la cohorte vallenata los llenó de inmensa alegría cuando escucharon a aquella niña de 5 años interpretando, en género pop, versos de tales canciones, con palabras diferentes a las originales, pero cercanas a su fonética. Ella cantaba, por ejemplo, “es pura pasión y sentimiento” y no “que cura nostalgia y sentimiento” y entendía y transmitía que era “María Esmeralda” y no “María Peralta”, pero sí se sabía, literalmente, la estrofa “Oye Morenita te vas a quedar muy sola, porque anoche dijo el radio que abrieron el Liceo”. Ese era el estribillo que a toda hora le dedicaba a su padre para recordarle que tenía que llevarla al Valle a conocer a Escalona.
Vale precisar que cuando Taryn y Alba Quintero se enteraron del deseo de la pequeña, le dijeron a ese papá que “nunca te perdonaremos si no satisfaces esa inquietud de tu hija Claudia Marcela”.
Entonces, pues, la casa de ‘El turco’ Pavajeau había de ser el escenario ideal para el encuentro nieta-abuelo sin consanguinidad: Claudia Marcela Orellano Silva-Rafael Calixto Escalona Martínez.
En esa casa, Roberto Pavajeau Molina —a quien Wikipedia describe como “político, ganadero, agricultor, gallero, gestor cultural de la música vallenata, folclorista y ‘socialite colombiano’ exdiputado de la Asamblea departamental del Cesar, exalcade de Valledupar, miembro fundador del Festival de la Leyenda Vallenata y famoso por sus parrandas”—, en “esa casa de la plaza”, ‘El turco’ Pavajeau concedió una entrevista a Luis Felipe Núñez para la revista Malpensante y allí desbordó muchas de sus convicciones, de sus consideraciones, de sus creencias personales, mismas que, cuando las hacía públicas —aunque parecieran increíbles, extraordinarias, asombrosas o difíciles de creer—, le consolidaban respeto y fama… De tal entrevista, sustraemos y adaptamos declaraciones de ‘El turco’ que lo pintan de cuerpo presente:
- Desconfiaba de los acordeoneros que comen pizza o salchipapa en vez de sancocho… También de los que tocan y no cantan, quizá con excepción de Miguel López, ‘el Rey mudo’.
- Decía que a Escalona no le gustaba la caja en parranda porque sonaba muy duro.
- Pregonaba que una vez discutió con Juancho Polo Valencia porque este le dio una palmada en las nalgas a una de las empleadas de su casa, la de ‘El turco’.
- Se reafirmaba en su decir de que nunca creyó que Leandro Díaz fuera ciego de verdad-verdad, porque conocía el color de las mesas y sabía dónde estaba sentado cada invitado, que a veces llegaban a ser más de ochenta.
- Manifestaba que Alberto Pacheco fue el primer Rey bachiller.
- Sugería que a los borrachos peleoneros se les mandara a dormir y era contundente al recomendar que a los peleoneros de verdad no había que invitarlos.
Pues bien: con un cargamento de significativas e irrepetibles vivencias, inmensa alegría y un extenso anecdotario, ‘El turco’ Pavajeau ha viajado hacia la eternidad para que, en Valledupar, el Cesar y la región Caribe, comience a crecer la leyenda, porque Roberto Pavajeau Molina, especialmente por su casa en la plaza Alfonso López, ha de trascender como ‘Un vallenato legendario’… un vallenato de leyenda y de historia.
Por: José Orellano
Especial para El País Vallenato
Se fue un icono de la música vallenata