La amistad de Ocha
Los grandes amigos dejan solo buenos recuerdos y gratas enseñanzas. Eso es lo que Ocha me ha dejado, vivencias inolvidables.
Nuestras primeras andanzas fueron en el año 1996, con la fiebre de recién graduadas y queriendo comernos el mundo con enormes ganas de ejercer la profesión.
Nunca medimos riesgo alguno, y siempre dispuestas a encontrar la noticia. Así nació nuestra amistad que se fue afianzando con el tiempo. Con Ocha viajé a Bogotá por primera vez, nos fuimos en bus y la entretención durante el viaje, tapadas con la misma cobija, fue escuchar grabaciones de entrevistas y una que otra canción en una grabadora de mano, compartiendo audífonos, uno en una oreja de ella y el otro en una mía.
Al llegar a la capital, a pesar del frío, en casa de su hermano, la calidez de su familia me arropó para siempre. Al lado de Taryn Escalona conformamos un trío excepcional, hermanas unidas de corazón que nos turnábamos nuestras casas para compartir cuando estábamos fuera de las jornadas de trabajo.
La última vez que estuvimos las tres juntas fue el pasado 4 de enero, en mi casa. Me había dicho que ella no cenaba, pero ese día hizo la excepción y sé que fue para compartir con nosotras en la mesa.
Esa era Ocha, siempre quería hacernos sentir bien, porque nuestra felicidad, era la de ella. Ahora que no está, apelo a esos recuerdos para perpetuar su memoria, para alimentar el espíritu, encontrar fortaleza y aliviar el dolor del alma.
A Ocha, gracias infinitas por ese legado que deja, por su profesionalismo, por extender siempre sus brazos solidarios para ayudar al necesitado, por ser una gran mamá, hermana y compañera, pero sobre todo, gracias por ser mi amiga.
Por: Alba Quintero