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Qué esperar del próximo gobierno de Giorgia Meloni en Italia

En el centenario de la marcha sobre Roma, un partido con raíces neofascistas ganó las elecciones en Italia y llegó —legítimamente— al poder. La analogía es sugerente y tentadora. Pero no ayuda a entender cómo será el gobierno de Giorgia Meloni, el primero liderado por una mujer en el país. No una reedición del fascismo, sino un ejecutivo obligado para su supervivencia a un delicado equilibrio entre los aliados y los vínculos internacionales de la tercera economía de Europa.

Las características del triunfo impulsan, en primer lugar, a la líder de Hermanos de Italia a la cautela: su partido ganó pero no arrasó. Creció principalmente en detrimento de sus aliados Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, pasando del 4 por ciento de 2018 al 26,5 por ciento actual. Desde 1994, el bloque de derecha tiene el mismo caudal de votos, poco más del 40%. La abstención sin precedentes y los errores de la oposición, que se presentó dividida pese a una ley electoral que favorecía las coaliciones, tuvieron mucho que ver para propiciar una victoria solo aparentemente inevitable.

Por eso, Meloni sabe que en los próximos meses deberá ser paciente. Una experimentada y astuta política, en el Parlamento desde 2006, no cometerá el error de Salvini quien, cegado por el consenso que le atribuían las encuestas, pidió en 2019 los “plenos poderes”. Un delirio de grandeza que marcó el comienzo de su caída.

Los analistas más lúcidos prevén que en los primeros meses de su gobierno, Meloni seguirá con la misma línea de la campaña electoral: tranquilizar a la opinión pública y a los aliados internacionales sobre la fidelidad de Italia a la OTAN, el apoyo a Ucrania y una gestión ordenada de las cuentas públicas.

La contingencia la empuja a mantener esta línea: para Italia, un país con 2,7 mil millones de dólares de deuda pública, los márgenes de maniobra serán muy reducidos, mientras la inflación aumenta y la crisis energética golpea a los hogares. Obedecer a los vínculos internacionales será además la condición necesaria para recibir los 220 mil millones de ayudas del Plan de Recuperación pospandémico, ya casi finalizado por Draghi.

En cualquier caso, mucho dirá la elección del próximo ministro de Economía.

“Necesitamos una persona con autoridad que sepa tranquilizar a los mercados nacionales e internacionales porque el Ministro de Economía es el primer cargo que será juzgado no solo en Italia sino también en el extranjero donde alguien podría divertirse haciendo especulaciones”, dijo Guido Crosetto, fundador de Hermanos de Italia y asesor de confianza de Meloni: “Si comienza la turbulencia por un nombre mal elegido, poco andará el gobierno. Meloni es consciente de esto desde hace tiempo”.

De manera similar, en el frente interno Meloni deberá tranquilizar a los aliados Salvini y Berlusconi, debilitados por la pérdida de consenso y recalcitrantes a estar a la sombra de una mujer. Todo un castigo para dos machos alfa como ellos. De hecho, Salvini ya comenzó con los desplantes, amenazando con no ingresar en el gobierno si no obtiene el cargo de ministro de Interior.

La síntesis entre los aliados parece especialmente compleja en lo económico, dadas las distintas demandas de las bases electorales de los partidos que integran la coalición: la Liga de Salvini defiende a los empresarios del Norte, Berlusconi a los jubilados, mientras Meloni pisa fuerte entre categorías, como taxistas y dueños de balnearios, que esperan no perder sus privilegios en sectores poco liberalizados.

En general, los puntos de encuentro parecen ser genéricas políticas a favor de las empresas y un recorte impositivo a las altas rentas llamado flat tax. En este aspecto, la derecha 2.0 italiana se parece más a los tories de Liz Truss que al estatalismo y al corporativismo mussolinianos.

La impronta ultraderechista del próximo gobierno será más evidente en los derechos sociales, donde los márgenes de maniobra y las coincidencias entre los aliados son mayores: fuerte nacionalismo, eliminación de medidas de protección social —comenzando por el subsidio de desempleo conocido como reddito di cittadinanza—, la posible restricción de algunos derechos civiles y del derecho al aborto (en continuidad con lo que ocurre en las Marcas desde que Hermanos de Italia asumió el gobierno de la región), la defensa y promoción de la “familia tradicional” heteronormativa, una política de mano dura hacia los inmigrantes, con la propuesta de un “bloqueo naval” para impedir nuevas llegadas por mar. Es previsible que estos serán los puntos de mayor conflicto entre el gobierno y los movimientos y partidos de oposición.

Con estas premisas, ¿el de Meloni será entonces apenas una versión ultra del gobierno del ex banquero Mario Draghi?

Hay elementos que permiten dudarlo. La líder de los Hermanos de Italia tiene proyectos ambiciosos, que apuntan al largo plazo.

En su mira está la Constitución redactada por los partidos antifascistas después de la Segunda Guerra mundial.

Hermanos de Italia propone una reforma que busca a la vez introducir el presidencialismo y modificar los artículos que establecen la primacía del derecho europeo sobre el italiano, de la misma manera que lo hizo en Polonia el partido Justicia y Libertad, uno de los aliados de Hermanos de Italia en la UE.

Un proyecto que eliminaría de un golpe las dos principales barreras —parlamentarismo y reglas europeas— que históricamente frenaron las tendencias extremistas en Italia y el resurgimiento de tensiones y conflictos en el Viejo Continente.

Un proyecto que no será fácil y tomará tiempo. Pero que Meloni está decidida a impulsar.

“En Europa todo el mundo está preocupado por Meloni en el cargo y dicen ¿qué va a pasar?”, deslizó en uno de sus últimos actos de campaña. “Yo les digo lo que va a pasar: se terminó la fiesta“. Con Infobae

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