27 de noviembre
Internacional

Francia y Suecia se unieron a Alemania para juzgar a los terroristas de ISIS

Sinjar, al noroeste de Irak, la patria ancestral de los yazidíes, está sumida en uno de esos silencios que desgarran más que los gritos. La ciudad y sus alrededores está repleta de pozos, algunos enormes. Son las fosas comunes que dejaron los terroristas del ISIS cuando en 2014 entraron a esa región a sangre y fuego para cometer un genocidio en pleno siglo XXI.

Europa se está asegurando de que no quede impune esta matanza planificada contra el pueblo yazidí. Francia y Suecia se unieron a Alemania para investigar las atrocidades cometidas por los milicianos del Estado Islámico que en 2014 impusieron un califato en un enorme territorio entre Siria e Irak. Fiscales e investigadores forenses de la agencia europea contra la delincuencia, Eurojust, trabajan en la zona recopilando pruebas. Los terroristas del ISIS invadieron la región donde vivían 400.000 personas de la minoría yazidí, asesinaron a más de 10.000 hombres y secuestraron y esclavizaron a unas 7.000 mujeres y niñas, muchas de las cuales siguen desaparecidas.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ya había reconocido en 2016 este genocidio. Se creó el Equipo de Investigación de la ONU para Promover la Responsabilidad por los Crímenes Cometidos por el ISIS en Irak (Unitad). También lo hizo Alemania que fue el primer país en juzgar y condenar a un responsable de “genocidio”. Ahora, los investigadores están recopilando las evidencias para llevar ante la justicia a unos 350 milicianos del ISIS de origen europeo que ya fueron identificados y que participaron de estas atrocidades. “El objetivo principal del equipo es sumar pruebas y detectar testigos que identifiquen a los combatientes terroristas extranjeros que estuvieron involucrados en crímenes lesa humanidad y crímenes de guerra”, explicó una portavoz de Eurojust. “Las evidencias que recopilemos estarán también a disposición de otros países que quieren acabar con la impunidad de estos terroristas implicados en crímenes internacionales fundamentales como la esclavitud o la violencia sexual”.

El primer paso lo dio Alemania cuando un tribunal de Fráncfort declaró a Taha Al Jumailly, de 29 años, culpable de genocidio, crímenes de lesa humanidad con resultado de muerte, crímenes de guerra, complicidad en crímenes de guerra y lesiones corporales con resultado de muerte tras unirse al grupo terrorista en 2013. Fue acusado de esclavizar a una madre yazidí y a su hija de 5 años. La niña murió de un golpe de calor después de que la encadenaran a la intemperie -sin comida ni agua- en Faluya en el verano de 2015, cuando las temperaturas alcanzaron los 50 °C, como castigo por orinar en la cama cuando estaba enferma. En otro juicio celebrado en Múnich, la ex esposa de Al Jumailly, Jennifer Wenisch, fue condenada a 10 años de cárcel por crímenes contra la humanidad y por su papel en la muerte de la niña de 5 años.

La madre yazidí, la primera en dar su testimonio ante una corte, estuvo representada por un equipo liderado por la mediática abogada de derechos humanos Amal Clooney, esposa del actor de Hollywood. “Este es el momento que los yazidíes estaban esperando. Escuchar por fin a un juez, después de siete años, declarar que lo que sufrieron fue un genocidio. Ver a un hombre enfrentarse a la justicia por haber matado a una niña yazidí, porque era yazidí. Ya no se puede negar: el ISIS es culpable de genocidio”, dijo la señora Clooney al finalizar el juicio.

Los yazidies componen un grupo etnorreligioso, de cultura y habla kurda, cuyo credo se remonta al zoroastrismo. A partir de la época otomana fueron víctimas del prejuicio popular musulmán que los considera “adoradores del diablo” porque veneran al ángel caído que otros credos llaman Lucifer o Satán. Los seguidores de esta fe preislámica rondan el medio millón, la mitad de ellos viven en Irak y el resto repartidos entre Siria, Turquía y el Cáucaso. En Alemania viven otros 200.000. Sinjar es el nombre de su monte sagrado, la ciudad se levantó al pie de su ladera meridional y el resto son aldeas repartidas por el desierto. En esta zona también conviven musulmanes sunitas y turcomanos. Durante la guerra de Irak y en los años posteriores, los jazidíes sufrieron varios atentados hasta que el 3 de agosto de 2014 entraron en su territorio los milicianos del ISIS.

Aquel día, este ejército de fanáticos islamistas que apenas unos días antes había tomado el control de Mosul, la tercera ciudad de Irak, avanzó hacia esta zona recostada contra la frontera Siria. Los Peshmerga, los combatientes kurdos, que supuestamente le tenían que hacer frente, se retiraron por orden del gobierno de la Región Autónoma de Kurdistán. Los pocos yazidíes que se atrevieron a usar sus armas murieron en cuestión de minutos. Los que lograron huir hacia las montañas quedaron atrapados sin agua ni alimentos. Los milicianos del turbante negro dieron un ultimátum: o se convierten al islamismo sunita o mueren. No esperaron la respuesta. Tomaron grupos de prisioneros y los fusilaron de inmediato. Las mujeres, tras ser golpeadas y violadas, fueron regaladas o vendidas como esclavas sexuales. Los niños de entre 6 y 12 años fueron secuestrados y adoctrinados en escuelas coránicas para convertirlos en “kamikazes”.

En los dos primeros días de la ocupación murieron unas 2.000 personas. Otras 400, la mayoría niños y ancianos, perecieron en las montañas. Y hay evidencias de dos matanzas de 280 y 740 hombres. “Sus restos fueron encontrados en las fosas comunes cavadas por otros yazidíes esclavizados”, fue el testimonio presentado por Ali Alkhayat, de la ONG Yazda, que ya logró abrir 35 de estas fosas en lo que describe como “un cementerio monstruoso con agujeros a cada paso”. En marzo de 2019 localizaron una fosa común en el pueblo de Kojo. “Prácticamente estaban allí todos los habitantes. Más de 200 cuerpos”, dijo Alkhayat.

Los investigadores europeos cuentan ahora con datos fundamentales que llevan directamente a los culpables: son los teléfonos celulares de centenares de milicianos del ISIS que fueron dejando en Mosul y Raqqa mientras perdían una batalla tras otra. El jefe del equipo de la ONU encargado de los crímenes de guerra del ISIS, el abogado británico Karim Khan, dijo que habían logrado recopilar más de dos millones de datos de teléfonos móviles. “Esto nos permite situar a los miembros del ISIS en los escenarios de las atrocidades. E incluso, hay muchos que se auto inculpan con fotos que se tomaron junto a las mujeres esclavas y los cadáveres de los asesinados”, comentó Khan.

Con estas pistas también esperan encontrar a cientos de mujeres y niñas esclavizadas que aún no fueron localizadas. De unas 4.000 identificadas, se verificó el retorno de 2.070 con sus familias. Otras regresaron después de que sus esposos o padres pagaran abultados rescates. Algunas fueron liberadas por los soldados kurdos cuando derrotaron a las fuerzas terroristas. Pero muchas terminaron en los oscuros mercados de la prostitución y fueron llevadas en forma clandestina a países del Golfo Pérsico, Turquía y hasta Rumania. También se sabe que un número importante de estas mujeres se suicidaron al no poder soportar la situación. Con Infobae

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