¿Que el vallenato no es poesía… O que Jorge Oñate no era significativo para el país musical?
Por: Augusto Aponte Sierra
Hace pocas horas leía y escuchaba dos voces, que en un corto instante cobraron mucho protagonismo por la triste noticia que decía el titular de un diario local: había muerto Jorge Oñate, El Jilguero. Segundos antes estas voces comentaban con el deseo evidente de levantar controversia, unos desafortunados comentarios, en donde decían que en el canto vallenato no existía la poesía cómo expresión literaria, y que Oñate no representaba nada para el país musical colombiano.
Esas expresiones la escuché justamente cuando la voz que más rindió homenaje a la poesía del canto vallenato, Jorge Oñate, se apagaba después de luchar como el «más fuerte» cantor que nació en ‘la Paz’ de un pueblito cerquita al valle, para cantar eternamente en el firmamento del universo musical, porque la música vallenata es patrimonio inmaterial de la humanidad.
Esas voces desconocen los atributos de más importancia que hacen de la canción vallenata, orgullo del pueblo colombiano y de toda la humanidad folclórica. Esas voces desconocidas dieron a conocer muchos gritos de protesta, porque hirió el orgullo musical de una cultura que siempre le ha cantado al romance de todo lo que tiene vida con voces de poesía. Porque sus poemas viven en la lírica de sus aires musicales que brotan Silvestres en los campos y en las ciudades de un país que nació sin fronteras, mostrando en el contenido de su canto y en la belleza de sus melodías, todos los ingredientes para ser admirada por millones de seres en el mundo.
Entre esas voces de protesta está la mía. Que es el pensamiento de un sentir vallenato y en donde caben todas las expresiones, que mis emociones le dan al placer de escuchar, y cantar una música que, desde muy niño, documentó la verdadera identidad de todos mis sentimientos. Por eso no pude callar, y aquí estoy intentando hacer una semblanza de lo que he visto en mi corazón, cuando la voz de un poema y su lírica provinciana la dice y canta El Jilguero de América, Oñate González.
Hoy he querido mostrar en mis letras lo que yo siempre he disfrutado en tantos lugares, en incontables momentos, con personas que son poesía, sin ostentar la magia de ser poeta o cantor.
Siempre supe que la poesía vallenata en toda su expresión es melodía, es la voz de la vivencia del pasado, del presente, y del futuro que vive en la esperanza de un inmenso escenario, llamado el mundo vallenato. Acá en el reino del realismo costumbrista, la poesía se expresa en muchos milagros sin voz. Y ésta, en su misión sanadora va recitando en su canto, el diálogo de su propia naturaleza.
Su mensaje libre y espontáneo, se deja atrapar en un pacto consentido para vivir eternamente en las letras de un poema, que hace del verso un firmamento que narra la lírica hecha canción.
En sus prosas cabe el universo, el mundo del hombre y la eternidad de Dios.
La poesía habla y vive en los ríos, en los montes, en los labios de una sonrisa y en el mundo lucido de un poeta.
Nadie ha podido dudar a través de los tiempos, sobre las verdades de la poesía. En sus facultades narrativas, porque ella es la verdad de la belleza, es la voz del amor y de todo lo que engendra vida, porque la vida misma es una poesía.
La música en su compleja y victoriosa existencia, ha luchado sin prisas y ganó en sus contiendas buscando la identidad de ser arte o filosofía, y en esas batallas presta su cuerpo para que, en la contextura de sus versos, la expresión poética sea más elegante y placentera.
Es que la poesía dentro de la melodía genera movimiento, y le da sentido al canto como expresión de vida, de alegría y de romance. Allí entre música y versos, la poesía fabrica mensajes que trasmiten todas las verdades que encierran sinceridad, despecho, dolor y la paz de las promesas.
La pintura en la magia de sus trazos, canta y habla con las líneas de un poema. Y, en sus colores, identifica el poder de los sentimientos.
La escritura es la habitación y el descanso eterno que certifica su existencia. En ella hay infinitas formas y herramientas literarias para construirla.
La metáfora, la sinonimia, la rima, el verso, y hasta la lógica de la filosofía en su enseñanza, construyen el milagroso arte de ser poeta o cantante de la misma.
Todo esto, música, lirica, letras, pintura, filosofía, baile, voz y emoción, habitan en el canto vallenato.
Por eso, ¿quién puede dudar que nuestra música vallenata, no es poesía?
O que Oñate en su canto, ¿la hizo visible?
Nuestros aires rítmicos, sonoros son la expresión musical que le da una sólida identidad a toda una región. Y hasta a un país. ¿Entonces podrá existir un fenómeno más especial, en nuestro mundo colombiano, que genere tantas cosas físicas e intangibles, como la música vallenata? Sinceramente, NO creo.
El que dude de que la música vallenata es poesía y todo el fenómeno cultural que expresa, solo es posible que lo haga porque nunca ha sentido la emoción de bailar un canto del Ruiseñor del Cesar abrazando a la luna, volando en el perfume de un lirio rojo… O tal vez jamás ha llorado de madrugada de rodillas en un verso rogando perdón a un amor celoso y consentido, o que nunca ha llorado con las mismas lágrimas que se ríe, en la vecindad de un verso de súplicas y promesas.
Creo que aquel que no ha encontrado el milagro de la vida, escrita y cantada en un verso de aquel poeta que juro ante Dios que se moría si no lo miran unos ojos gachos, entonces ese, jamás conoció la obra de Fredy Molina o de Gustavo Gutiérrez.
Si el canto vallenato no es poesía, entonces que alguien me explique cómo unos ojos hablan cuando miran y dicen cosas de la vida…Y hasta son confidentes que invitan cantarle al amor.
Yo doy fe, y juro por la luz del sol, que he llorado mirando la felicidad descrita en un canto de Fabián corrales, y en la guitarra de Marín. También he sentido mi vida palpitar en muchas lágrimas del alma, cuando en silencio, escuchando a Jorge Oñate cantando, y en su vuelo sonoro, he viajado con su voz por todos los amaneceres del valle y en los viejos callejones de aquellos tiempos de las cometas, soledad y melancolía… Allá en una casita en el Cañahuate, o en mis años de Ausencia.
Si todo eso no es poesía vallenata, apaguemos la luz de la fantasía, y la de todos los luceros de aquellas noches villanueveras, para conquistar otra vida allá en el reino de Dios, en donde quiso estar Rafael Calixto, para no acordarse de todas las tragedias de aquellos amores que van y vienen; porque el siempre quiso vivir tranquilo en el valle de su río Cesar, en donde sus aguas se aparean en las cuencas de sus playones, para que la poesía natural deje en el lodo su huella en forma de corazón.
Este fantástico mundo sin fronteras literarias es un poema llamado Valledupar. Por eso amigos, hoy que asistimos al adiós terrenal del Ruiseñor del Cesar o del Jilguero de América, homenajear a la poesía vallenata, y todos aquellos poetas y cantantes de su música, es el mejor reconocimiento que le podemos hacer a la voz que mostró por el mundo, la magia y la fantasía hecha canción, en presencia imperecedera de un hermoso poema.
Paz en la tumba de Jorge Oñate González; porque el cantante, El Jilguero o El Ruiseñor, NO ha muerto. ¡Porque su música al igual que la poesía es inmortal!
El cantor sigue vivo, y así estará por siempre cantando su propia leyenda, y gozando de su agigantada gloria en la eternidad.
Adiós al amigo, al hijo, al hermano, al padre y hombre social, que hoy se fue.
Bendiciones y solidaridad para toda su familia.