El traslado a Medellín de Jorge Oñate fue un acto de fe
A las 12.15 del medio día, partió del aeropuerto Alfonso López, de la ciudad de Valledupar, el avión ambulancia que trasladaba al Jilguero Jorge Oñate a la ciudad de Medellín. Junto a él iba su hija Delfina Inés, una de las dos hijas mujeres que tuvo el cantante, y la única del hogar conformado junto a su esposa Nancy Zuleta. La otra hija es Gina Paola, es enfermera, paradójicamente las dos se inclinaron por la rama de la medicina.
Delfina Inés es médica y se especializó en radiología; pero ante todo es hija; una hija que ha padecido durante más de un mes, la zozobra y el desespero de una enfermedad difícil por la que hoy atraviesa su padre; después de un Covid y sus secuelas. Y ella por saber a qué se enfrenta el cantante, se inquieta mucho más al hablar con sus colegas, sobe la verdadera situación de Jorge Oñate.
Y fue ella, precisamente desafiando todos los pronósticos y agarrada fuerte de la mano de Dios que decidió emprender el vuelo con su padre hacía Medellín, buscando una nueva luz, una nueva esperanza de vida, otra oportunidad a su existir; porque sabe que su amor eterno, su papá del alma, aún le falta mucho por dar a sus gente y muchos momentos por compartir con ellos sus hijos y sus nietecitos a los que tanto ama.
Y así fue su periplo; eterno, entre motas de algodón, sintiendo la presencia de Dios en cada trance de la nubosidad a la luz, abrazada a la esperanza; porque ella sabía y tenía la promesa que el señor no le iba a fallar en ese viaje, y así ocurrió.
Fue un viaje tranquilo, sin percance, sin contratiempos, Jorge permaneció estable durante todo el trayecto y Dios los respaldó en ese recorrido desde Valledupar hasta que pisaron suelo paisa, a la una y quince de la tarde. Ahora siguen confiando ella y los suyos.
Delfina Inés sigue agarrada a su fe inquebrantable, porque sabe que esa certeza y esa convicción les pertenece; y así no estén viendo lo que ocurre, no dudan que dentro del organismo de su padre, el señor ya empezó a hacer su obra.