La Ética en el Poder
Por: Rafael Porto C.
“La ética es la voluntad perpetua que dirige el carácter del hombre a realizar lo correcto”.
Etimológicamente la palabra “ética” proviene del griego “ήθικός”. El Diccionario de la Real Academia nos ilustra en dos acepciones. La primera, según la cual “la ética es la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre” y la segunda, en la que asegura que “la ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana”. Por ejemplo: “debo ser sincero”, “debo ser honesto”, “no debo robar”, etc.
Según Aristóteles, la ética hace referencia al “carácter” al “modo o forma de vida” de las personas. De esta manera el carácter se adquiere mediante actos y hábitos morales. Esto provoca un doble círculo vicioso; entre la ética y los actos del sujeto, por un lado, y entre la moral y los hábitos del sujeto, por otro. En definitiva la ética distingue: principios, juicios y valores.
Política y poder
Michel Ángelo Bovero entendió que: “política y poder forman un binomio inescindible. “El poder es la materia o la sustancia fundamental del universo de entes que llamamos política”. Para Karl Marx, la política es el campo de la lucha de clases. Para el constitucionalista alemán Carl Schmitt, la política se desenvuelve en los términos de la dialéctica “amigo-enemigo”. Michel Foucault, modificando una célebre afirmación de Clausewitz, encontró una formula que expresa mejor la idea de política anotada por Schmitt: “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. (Álvaro Echeverri Uruburu. Teoría constitucional y ciencia política).
La política como medio para un fin
Aristóteles en su obra “Ética a Nicómaco” o “Ética Nicomaquea” distingue y aclara que todo tiene un fin, en su obra nos enseña que el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío, el de la estrategia, la victoria y el de la ciencia económica, la riqueza. También hace referencia a un bien soberano, competencia de la ciencia soberana, esto es, la ciencia política. El estagirita indica que el fin de la política es el “Bien Supremo”, pues la política legisla, orienta e instruye sobre lo que debe hacerse y lo que debe evitarse.
El filósofo aclara que todas nuestras acciones están dirigidas a la consecución de un “Bien Supremo”, ese bien él lo llama “eudaimonía” que en últimas se traduce en felicidad, el más deseable de todos los bienes, lo mejor, lo más bello, lo más placentero. En conclusión, es la política la que procura la felicidad y el cuidado de formar a los ciudadanos de tal manera, para que sean buenos y realicen buenas acciones.
La ética en el poder
En Colombia, Latinoamérica y en muchos países del mundo, ética y poder político están divorciados. El desafío de este siglo es que la ética llegue al poder. Se dice que a mayor poder menos ética. El profesor Álvaro Echeverri rescata en su obra; Teoría constitucional y ciencia política la máxima de Lord Acton, historiador y político inglés, que se hizo famoso por haber acuñado el conocido aforismo: “todo poder tiende a corromper, todo poder absoluto tiende a corromper absolutamente”.
Ahora bien, siguiendo la idea del profesor Marcos Rosado plasmada en su obra; El pensamiento ético y político de Aristóteles en la formación del ciudadano colombiano: “las instituciones son el reflejo del espíritu de los hombres que las conforman, esos hombres tienen el deber de conducirlas, deben proyectar todo su ser, sus cualidades y sus capacidades en ellas. Existen actores sociales que influyen en las instituciones, las cuales corrompen, y ello lleva a contagiar a las mismas instituciones y a la sociedad que las contiene”.
Mientras los gobernantes no brinden buen ejemplo a la sociedad cumpliendo la ley, no podrán exigir de ésta que la cumpla. Es evidente la crisis de las instituciones en el país, situación que se origina -a nuestro modo de ver- en la pérdida de los valores éticos y morales. Claramente en Colombia existe una cultura permisiva y que tiende a la corrupción, donde tristemente predomina la mentalidad de la trampa, del más astuto y del enriquecimiento fácil. Lo anterior influye en la selección de los gobernantes.
La hipocresía se apoderó de nuestra sociedad, criticamos la corrupción, pero no la denunciamos sino que “la admiramos como forma inteligente de alcanzar nuestros objetivos, -anota el profesor Marcos Rosado en su obra- y satisfacer uno de los más grandes enemigos que tiene el ser humano; el ego.
Siguiendo el pensamiento del profesor Marcos Rosado: “los ciudadanos hemos perdido la confianza en las instituciones, sobretodo en la Fiscalía, pues tenemos la percepción que de por mucho que se delinca no habrá sanción o que al menos podría manipularse. Surge pues la doble moral, donde comportamientos antes rechazados son actualmente aceptados, vistos como normales, lo que trae como consecuencia la legitimación de la corrupción”. (Marcos Rosado Garrido. El pensamiento ético y político de Aristóteles en la formación del ciudadano colombiano ).
Quien no aprovecha el famoso “cuarto de hora” es señalado como tonto por decir lo menos, lo que trae como consecuencia que actor político, funcionario o servidor público aprovecha al máximo su posición para beneficiarse como ha de lugar, porque lo único que importa es el dinero.
Educación para la ética
Entendemos la ética como “la voluntad perpetua que dirige el carácter del hombre a realizar lo correcto”. La carrera política no es vista con respeto y admiración como en otras épocas. El verdadero reto en estos tiempos es lograr que aquellos actores que tengan la oportunidad de acceder al poder político, posean en sí mismos una elevada formación ética y moral, con un sentido del servicio que permita anteponer el interés público al privado y en ese sentido conseguir que los procesos encaminados al desarrollo económico y social prosperen.
Que la ética llegue al poder será parte de la salvación de la humanidad. El desprestigio de la clase gobernante se debe a ése déficit ético en las instituciones públicas, los recurrentes escándalos de corrupción que vivimos hoy, muestran que la ética se ha ausentado del poder. No es posible exigir un cambio en la sociedad si los encargados de dirigir los destinos de la Nación no promueven el cambio, son ellos quienes están llamados a ser modelos de conducta.
Por el bien del país, es menester alentar y edificar una nueva clase política, meritocrática, ilustrada, preparada, honesta y con una conciencia ética y moral elevada, que se gane el respeto y la admiración del pueblo, que le sobre voluntad para beneficiar a la sociedad por encima de sus propios intereses. Para Platón, el gobernante tenía que ser bueno y justo, dispuesto a beneficiar a la mayoría de los ciudadanos y no a un grupo reducido “solo los hombres de espíritu noble pueden resistir las tentaciones del poder”. En Colombia urge una revolución en la ética pública, una verdadera restauración de las instituciones y con ello lograr la reivindicación de la patria y de la que fuera en el pasado una noble carrera.