24 de noviembre
Historias

“Sufrí con mis hijos el paso de huracán Iota en San Andrés”: Vallenata Yiset Valera

El 15 de noviembre será un día que jamás olvidará Yiseth Valera, una mujer oriunda del municipio de Valledupar pero con trece años de residencia en archipiélago de San Andrés, un lugar mágico del que solo le quedan recuerdos luego de haber vivido los estragos del huracán Iota, categoría 5.

Eran aproximadamente las 11 de la noche de ese domingo, los vientos empezaron a sentirse fuerte, el zumbido del techo era impresionante, mientras los gritos de auxilio de los vecinos resonaban en su hogar, donde para el momento se encontraba sola con sus dos hijos de 12 y 9 años, ya que su esposo labora para la empresa eléctrica de la isla, la cual estaba cumpliendo con un trabajo fuerte, ante los primeros coletazos que el fenómeno natural ya había dejado en la zona.

Los minutos pasaban y Yiseth asegura que esperaba lo peor, pero a su vez se arrodillaba ante Dios para pedir por su familia y las que estaban pasando por ese momento tan duro. El agua se sentía como entraba a las calles, se sentía el ruido de todo lo que a su paso se llevaba el huracán, mientras la noche pasaba entre angustia y el resonar de la naturaleza que causaba estragos en el territorio.

“Fue una noche aterradora, sufrimos mis  hijos y yo, nos invadía el miedo, solo estábamos en las manos de Dios. Los techos zumbaban, en varias oportunidades miraba hacia arriba esperando lo peor, las ventanas sonaban como si alguien las tocaba y afuera se sentía como si estuviera ocurriendo un conflicto bélico, en el que los inocentes estábamos llevando la peor parte”.

Yiseth, quien se dedica a la estética en San Andrés, afirma que a medida que las horas pasaban los momentos vividos eran más difíciles. “En un momento me asomé a la ventana y veía a los vecinos en medio de la emergencia, los techo volando y todo destruyéndose, solo quería que amaneciera y mi esposo llegara para que la angustia se acabara”, narró mientras recordaba que aunque los meses de noviembre y diciembre son de fuertes lluvias en la isla, jamás había vivido una situación tan lamentable.

Ya entre las 3 y 4 de la madrugada del lunes 16 de noviembre el servicio eléctrico colapsó en gran parte de la isla, situación que empeoró el panorama por la imposibilidad de cargar los celulares y de por lo menos estar seguros dentro del hogar. “Todo era oscuro, era una pesadilla que estábamos viviendo despiertos; desde esa hora también perdimos comunicación con familiares en Providencia, donde las afectaciones fueron mayores”.

Lo que más agradece Yiseth a Dios es la vida y además no haber permitido que su casa sufriera graves daños, pero a su vez, lamentó ver a vecinos en el barrio San Luis, donde reside, sufriendo los estragos de Iota.

SIN LUZ NI COMUNICACIÓN

Ya era lunes 16 de noviembre, la luz del día por lo menos permitía ver un mejor panorama de los que estaba ocurriendo, todos los vecinos habían pasado la noche sin dormir y aún continuaba la angustia, las brisas seguían golpeando el archipiélago mientras el miedo invadía a los residentes.

“A las 10:00 de la mañana del lunes fue que mi esposo logró llegar a casa, los daños en las vías, árboles caídos y otros estragos de la emergencia le impedían avanzar, tampoco había comunicación ya los celulares se descargaban y dos días vivimos sin servicios. Hasta el día martes se restableció de manera parcial y en algunos casos pudimos informar de nuestro estado”.

Pero la angustia era aún más grande para los familiares de Yiseth que residen en el municipio de Valledupar. Los días sábado y domingo fueron los últimos contactos telefónicos. Sus padres y amigos debieron esperar casi tres días para saber de ellos, mientras las noticias daban reportes poco consoladores de los que se estaba viviendo en la isla, así como en Providencia y Santa Catalina.

Yiseth jamás había vivido los efectos de un huracán, y esto quedará grabado en su mente, afirma que solo las oraciones la mantuvieron en pie, firme y esperanzada que todo pasaría.

“Ahora queda orar al Señor por nuestros hermanos de Providencia, quienes requieren de mucha ayuda y solidaridad. Aquí se han recibido a muchos que acudieron a casa de sus familiares, incluso dueños de posadas los han alojado mientras el Gobierno actúa en la reconstrucción de la isla, es hora de ponernos la mano en el corazón y ofrecer nuestra mano amiga”, afirmó.

Ahora Yiseth camina por calles desoladas, ya que el colorido de aquel archipiélago se esfumó por el paso del huracán Iota. Su verde vegetación ya no existe y sus alrededores solo reflejan las huellas de un fenómenos natural, que aunque alertó su paso jamás se pensó que podía borrar los sueños de muchas familias.

80% DE AFECTACIÓN

 De acuerdo con información del ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, luego de evaluar los daños de la zona, dio a conocer que el 100% de las estructuras de San Andrés y Providencia se vieron afectadas, y el 80% de estas quedó destruida totalmente.

Debido a los daños causados por el huracán, el presidente de Colombia, Iván Duque, a través del decreto 1472 de 2020, declaró como zona de desastre al Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, durante un año, y en el cual además, estableció un plan de acción para brindar ayudas humanitarias a esta zona del Caribe.

En los últimos días se ha visto como a San Andrés y Providencia han llegado ayudas para las familias que quedaron damnificadas por el paso del huracán, como kits de alimentos, kits de cocina, carpas, ropa, además de la instalación del hospital de campaña en Providencia, e incluso el restablecimiento de los servicios de agua y energía en esta zona del Archipiélago, así como lo confirmó el ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, reseñaron medios nacionales.

En la historia quedará este episodio; en la mente de quienes lo vivieron solo lo replican con lo sucedido hace 15 años con el Huracán Yohan, el cual también dejó graves afectaciones  a su paso.

Así como Yiseth, más de mil familias en San Andrés, no se cansan de agradecer a Dios, que aunque les tocó vivir momentos aterradores hoy están a salvo y convecinos que amarrar los techos y colocar cintas a la ventanas, no detienen la inclemencia de la naturaleza, la misma que hace vivir momentos felices a la humanidad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *