Error y golpe de suerte: cómo se elevó la eficacia de la vacuna de Oxford contra el coronavirus
Los investigadores notaron que un grupo de voluntarios estaba sufriendo menos efectos secundarios que los habituales. Creyeron haberse equivocado en las dosis, pero volvieron a equivocarse: fue el mayor acierto
A las mentes más brillantes de la Universidad de Oxford les tomó décadas de trabajo tener la experiencia para desarrollar una vacuna para el COVID-19. Al final, fue un error momentáneo -y una dosis de buena suerte- lo que los llevó a cruzar la línea de meta.
Los investigadores se emocionaron el lunes cuando la farmacéutica AstraZeneca, con quien desarrollaron la vacuna, anunció que podría tener una eficacia de alrededor del 90%, citando datos de pruebas en etapas avanzadas.
“Sólo puede suceder si hay un apoyo extraordinario”, dijo a Reuters Adrian Hill, director del Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, que desarrolló la inyección. “Teníamos a todo el instituto de Oxford trabajando en esta vacuna”.
Si bien la capacidad y el trabajo duro impulsaron el desarrollo, AstraZeneca dijo que fue un pequeño error el que hizo que el equipo se diera cuenta de cómo podían aumentar significativamente la tasa de éxito de la vacuna, hasta el 90% desde alrededor del 60%: administrando una media dosis, seguida de una dosis completa un mes más tarde.
Casualidad y suerte
“La razón por la que tuvimos la media dosis es la serendipia”, dijo a Reuters Mene Pangalos, jefe de investigación y desarrollo no oncológico de AstraZeneca.
El plan era que los participantes de la prueba en Gran Bretaña recibieran dos dosis completas, pero los investigadores se quedaron perplejos cuando notaron que los efectos secundarios, como la fatiga, los dolores de cabeza o los dolores en los brazos eran más leves de lo esperado, dijo Pangalos.
“Así que volvimos y revisamos y descubrimos que se había subestimado la dosis de la vacuna a la mitad”, explicó.
Sí, la media dosis fue un error
El equipo, sin embargo, decidió seguir adelante con ese grupo de media dosis, y administrar la segunda dosis completa de refuerzo en el momento previsto.
Los resultados mostraron que la vacuna era 90% eficaz en este grupo, mientras que en un grupo más grande que había recibido dos dosis completas fue del 62%, lo que llevó a una eficacia general del 70% en ambos patrones de dosificación, dijo Pangalos.
“Así, básicamente, fue como nos encontramos con (el grupo con) la media dosis”, dijo a Reuters. “Sí, fue un error”.
La vacuna usa un adenovirus inofensivo para entregar material genético que engaña al cuerpo humano para producir proteínas conocidas como antígenos, que normalmente se encuentran en la superficie del coronavirus, ayudando al sistema inmunológico a desarrollar un arsenal contra la infección.
Pangalos dijo que se necesitaban más análisis para explicar por qué una dosis inicial más baja reforzaba la protección. Una posible explicación era que los niveles más bajos de antígenos desencadenaban una mejor preparación del sistema inmune en general, añadió. El lunes, responsables del proyecto habían comentado que el resultado era “intrigante”.
DESDE 1991 HASTA HOY
A pesar de que la fortuna jugó un papel, el desarrollo de lo que los científicos de Oxford alabaron como “una vacuna para el mundo” se cimentó en 30 años de pruebas y ajustes de métodos.
La plataforma de “vector viral” de adenovirus que usan existe desde 1991, dijo Hill del Instituto Jenner de la universidad.
Había estado trabajando con Sarah Gilbert, otra inmunóloga, para afinar la tecnología. Esto ha implicado el uso de un virus del resfriado de los chimpancés como vector para entregar las instrucciones, en pruebas con enfermedades como la gripe, el MERS y el ébola durante la última década. La esperanza era que algún día probaría su potencial contra una o más de estas enfermedades mortales.
En enero, se centraron en el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2. La vicecanciller de Oxford, Louise Richardson, dijo que le habían hablado del trabajo de Gilbert y que parecía prometedor para el nuevo coronavirus, pero que funcionaba con muy poco dinero.
La universidad ofreció entonces un millón de libras para financiar la investigación hasta que se consiguieran más fondos, dijo Richardson a periodistas, los que llegaron cuando el gobierno y AstraZeneca se involucraron en mayo.
La urgencia sin precedentes y los recursos dados a Oxford para probar la eficacia de la plataforma contra el COVID-19 significó que las vacunas contra esos otros patógenos, que todavía están en las primeras etapas de las pruebas, fueron dejadas de lado.
Gilbert dijo que la experiencia con el MERS, o Síndrome Respiratorio del Medio Oriente, que es causado por un tipo diferente de coronavirus, fue especialmente aleccionadora. “Nos mostró que podíamos hacer una vacuna con esta tecnología que induciría buenas respuestas inmunitarias contra la proteína de punta del coronavirus”, dijo a periodistas. “También hemos estado pensando en cómo ir realmente rápido cuando surge un nuevo patógeno y necesitamos hacer una nueva vacuna. Hemos hecho un trabajo preparándonos para eso”.
2020: UN AÑO MUY LARGO
Andrew Pollard, jefe del Grupo de Vacunas de Oxford y profesor que ha pasado dos décadas realizando pruebas clínicas, dijo que esta experiencia le dio confianza en las perspectivas de la nueva vacuna de Oxford, conocida inicialmente como ChAdOx1 nCoV-19. “Creo que sabíamos desde el principio del año que si pasábamos por este desarrollo, podríamos tener algo que puede marcar la diferencia”, dijo Pollard a Reuters.
Pero había un problema. El interés limitado en las vacunas de Oxford para otros patógenos antes de este año significaba que no tenían los fondos para probar la eficacia de la plataforma. Hasta ahora. “Se necesita una cantidad enorme de dinero, o una pandemia para conseguir esos recursos, y es formidable que hayamos tenido la oportunidad de validar la tecnología del adenovirus del chimpancé para este coronavirus”, dijo Hill.
“Si me hubieras dicho hace un año que en el 2020 cualquiera haría una vacuna para una pandemia global -y en meses en vez de años- habría pensado que eso era un reto inmenso”. Pollard dijo que aunque la velocidad de desarrollo de la vacuna COVID-19 fue en cierto modo extraordinaria, el 2020 había “sido un año muy largo” desde que el equipo comenzó a trabajar en la vacuna en enero.
Eso culminó el pasado fin de semana, dijo Pollard, con “una enorme montaña que escalar para reunir toda la información” para poder publicar los datos del lunes que muestran que la vacuna puede ser hasta un 90% eficaz.
“Las últimas semanas han sido bastante agotadoras. La sensación es de extrema fatiga y cansancio en este momento”, dijo a Reuters, hablando antes de informar a la oficina del primer ministro británico Boris Johnson sobre los hallazgos.
“Si los resultados no hubieran cumplido con los requisitos reglamentarios, nos habrían dicho que continuáramos con la prueba. Así que fue un gran alivio”.
(Con información de Reuters)