Los asesinatos y torturas más infames cometidos por el Chapo Guzmán
El capo mexicano fue condenado a cadena perpetua y 30 años adicionales.
Los actos de crueldad y sadismo utilizados por el Cártel de Sinaloa es equiparables con los métodos de tortura del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), según Joshua Fruth, un oficial estadounidense especializado en inteligencia militar.
De acuerdo con expedientes oficiales, el narcotraficante mexicano contrató a un médico para que reviviera a un sicario de un cártel enemigo para poder seguir torturándolo.
La víctima, identificada como Israel Rincón Martínez, alias “El Guacho”, pertenecía a la organización criminal de los hermanos Beltrán Leyva. Cuando fue capturado por el Cártel de Sinaloa, fundado por Guzmán Loera y el Mayo Zambada, lo maniataron, le sacaron los dientes y le cortaron las orejas en venganza por haber asesinado al hijo de Manuel Fernández “La Puerca”, uno de los operadores del grupo criminal.
Sin embargo, este no fue el único expediente que reveló los métodos de tortura que usaba el narcotraficante, durante el juicio que se le siguió en Estados Unidos a finales de 2018 y principios de 2019. Los testigos presentados por la Fiscalía relataron otros crueles métodos usados por “El Chapo” y su cártel.
Durante el juicio, Isaías Valdez Ríos, último testigo cooperante del Gobierno de EEUU y quien trabajó como parte del equipo de seguridad de Guzmán Loera, explicó como “el señor” torturó y asesinó a un miembro del cartel rival de los Arellano Félix y a dos más de los Zetas.
El testigo presenció en 2007 cuando Guzmán Loera ordenó a uno de sus secretarios que encerraran a un miembro de los Arellano Félix en un gallinero.
“Ahí duró varios días y le informamos (a Guzmán Loera) que apestaba, que estaba podrido”, dijo. Ordenó entonces que lo llevaran a un área elevada y que cavaran un agujero.
Al hombre, amarrado de pies y manos, lo habían colocado cerca del hoyo y aunque no hacía frío, temblaba. “El Chapo” presuntamente le colocó el arma en la cabeza, comenzó a interrogarlo y, mientras le contestaba, le pegó un tiro y dijo que lo enterraran.
Según el testigo, el hombre no murió: “aún trataba de respirar, pero aún así lo echamos al hoyo”.
También señaló que estando en Durango, también entre 2006 y 2007, el Chapo les dijo que Dámaso López “El Licenciado” -uno de sus principales lugartenientes- les enviaba “un regalo”: dos miembros del Cártel de los Zetas.
“Ordenó que los pusiéramos en una cabaña” y que fueran “calentándolos”, refiriéndose a que “los empezáramos a golpear para que soltaran información”, tras lo que el capo pidió que fueran trasladados a la montaña.
Al llegar el “El Chapo”, pidió un tronco grueso y empezó a torturarlos, indicó “Memín”, de 39 años, quien relató que se alejó del lugar y al regresar observó que “estaban con huesos quebrados, no tenían movimiento pero les seguía golpeando con el tronco y el rifle”.
Otro de los métodos empleados por el Cártel de Sinaloa incluía inyecciones de adrenalina. El objetivo era acrecentar la sensación de dolor durante torturas que eran prolongadas el mayor tiempo posible.
Hugo Hernández, miembro de un cártel rival, fue cortado en 7 pedazos con una motosierra y repartido en varias bolsas de plástico que fueron abandonadas en una calle de Los Mochis, en el estado de Sinaloa. Los homicidas le habían desollado la piel del rostro para coser la piel en un balón de fútbol.
Otro procedimiento consistía en poner a las víctimas en tambos o botes metálicos que eran llenados hasta la superficie con agua hirviendo. En otros casos solo los prendían fuego.
Encerrar a las víctimas con grandes felinos era otra de las prácticas. En muchos casos tigres y leones fueron utilizados para ocasionar muertes violentas y dolorosas.