El Papa: no hay trucos que cubran nuestra vulnerabilidad, todos somos pobres
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
El poder de los hombres, incluso los más grandes imperios, pasan y desaparecen. En cambio, en el poder de la fraternidad, de la caridad, del amor, de la humildad reside “la verdadera libertad”. Y esto es así porque “reina verdaderamente aquel que sabe amar el verdadero bien más que sí mismo”. En la catequesis del miércoles 5 de febrero, sobre las bienaventuranzas, el Papa Francisco reflexionó sobre la primera de las ocho Bienaventuranzas del Evangelio de Mateo: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».
San Mateo – dijo el Papa – no se conforma con decir pobre, dando al término un sentido puramente económico o material, sino dice “pobre en el espíritu”, es decir, pobre en lo más íntimo y profundo, allí donde todos debemos reconocernos incompletos y vulnerables, por mucho que nos esforcemos.
Paradójicamente es ahí donde está nuestra felicidad, nuestra bienaventuranza, pues negar esta realidad nos lleva por caminos de oscuridad, a odiar y odiarnos a causa de nuestros límites, a tratar de ocultarlos, a buscar con desesperación ser alguien, ser más todavía.
Si no acepto ser pobre, odio todo lo que recuerda mi fragilidad
El Santo Padre se detuvo en este punto y meditó sobre cuántas veces se nos dice lo contrario, a saber, que “hay que ser algo en la vida, ser alguien”. Señaló que de allí surge la soledad y la infelicidad, porque “si tengo que ser ‘alguien’ estoy en competencia con otros, y vivo en una preocupación obsesiva por mi ego». Mientras que, en cambio, “ser pobres nos libera del orgullo, del exigirnos ser autosuficientes y nos da derecho a pedir ayuda, a pedir perdón” y “nos abre el camino del reino de los cielos”.
No hay trucos que cubran nuestra vulnerabilidad
No hay trucos que cubran nuestra vulnerabilidad, aseguró Francisco, pues cada uno de nosotros, “siempre permanece radicalmente incompleto y vulnerable”. Y “se vive mal si se rechazan los propios límites”, es algo que “no se digiere”. Esto sucede a las personas orgullosas que “no piden ayuda”, y “no les sale” pedir ayuda porque tienen que demostrarse “autosuficientes”. Y porque es difícil «admitir un error y pedir perdón», el Papa Francisco señaló cuál es el camino que debemos tomar:
En la humildad, en la oración, encontramos ese camino. Nos podemos delante de Dios y le pedidos que venga en nuestro auxilio, que no tarde en socorrernos, que manifieste su potencia, en el perdón y la misericordia. Es ahí donde Jesús ha manifestado la fuerza de Dios, no en el poder humano, en tener o aparentar, sino en el testimonio de un amor que es capaz de dar la vida y la verdadera libertad.
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