Decía mi abuela: «Bueno y quién la empuja»
Es lo mismo que me acabo de preguntar ahora que a ciegas intenté meter los pies y solo encontré una. La otra, como siempre, por allá, debajo de la cama, lejos de mi alcance. Lo curiosa es que estoy sola, y no sé, cómo fue a parar allá.
Es la misma situación que se ha repetido por años, a lo largo de mi vida, desde que era una niña y escuchaba gritar a mi abuela Ocha Gil, -hoy con cien años y muy bien, gracias a Dios- ¿dónde está la otra chancleta? Las dejé juntas y solo hay una, ven a buscarla debajo de la cama.
Me agachaba, me estiraba con mi cuerpo flaquito y salía con su trofeo en mi mano. Ella, la mami, con cara de pocos amigos, se preguntaba: «bueno, y quién la empuja»
-Será el diablo abuela
-Muchacha! Eso no se dice, te va a jalar una pata.
Hoy sin temor a equivocarme concluyo, que esa es la constante en cada casa, siempre se pierde la bendita chancleta, pantufla o como quieran llamarla. La cosa es que dejas el par ahí cerquita, debajo de la cama y solo encuentras una. La otra camina sola, se va, se esconde, se ‘rejunde’, hasta lograr que nos desesperemos buscándola.
Por lo menos antes se contaba con dos posibilidades de búsqueda, o había muchachos en la casa, para ordenarles el rescate o se conseguía un palo. Ahora ni lo uno, ni lo otro; porque los pelaos no es que se van meter a buscarla; lo mínimo que pueden decir es, dóblate tú y sácala. Y los palos ni por ahí. Toca es hacer el esfuerzo, tener tino, y mandar su compañera con toda la fuerza necesaria, para que solidariamente la arrastre hasta la otra orilla.
No me digas que a ti no te ha ocurrido lo mismo, por lo menos, veinte veces en tu vida. Por eso, al igual que me abuela, me sigo preguntado: ¿quién la empuja?
PD No crean, a mi abuela se le sigue perdiendo una; solo que ahora la trae de vuelta con el bastón.
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