Hace 20 años, se marchó el cantor de Fonseca
Fue un día como hoy, en Maicao, Guajira, cuando Carlos Huertas le dijo a Dios a todo lo que representó su vida. Tenía 64 años, se puede decir que bien vividos. Más de medio siglo de romería, andanzas, cantos, guitarras, mujeres y amigos.
Con la partida de Carlos Huertas el 18 de septiembre de 1999, el mundo vallenato perdió un gran juglar, y Fonseca perdió al hombre que más homenaje le brindó, y que le mostró al universo, lo que era cantarle bonito a una tierra que sin bien no lo vio nacer, igual lo acogió con tanto amor, que decidió eternizarla en sus cantos.
Pero no solo ‘El cantor de Fonseca’, marcó la pauta de una vida llena de inspiración en esa ‘Tierra de cantores’, fueron muchos cantos que dibujaron el pentagrama de los grandes del folclor costeño. Huertas le cantó a ‘Lola la negra’ la mejor amiga de su mamá Dolores Gómez, ‘Lola la blanca’; recordó ‘Hermosos tiempos’ se quejó de las que lo hicieron sufrir, gritando a todo pulmón: ‘Qué vaina las mujeres’. Intentó vender ‘La Casa’, su propia casa.
Entre parranda y parranda, un día Carlos llegó a la tierra de ‘Francisco el hombre’ con un ‘Abrazo guajiro’; esa canción tan significativa y hermosa, que es una oda a la hermandad de los pueblos, y más que eso, un homenaje a los amigos del Valle. Con ese canto el compositor participó en la fiesta de acordeones; sin embargo, le quedó un mal sabor, porque aunque lo merecía, no se llevó el máximo galardón de la canción inédita en el Festival, con ese gran abrazo que se eternizó en el alma vallenata.
Y así, después de recorrer su Guajira cada vez que se le antojaba, el hombre que nació en Dibulla frente al mar Caribe, un 21 de octubre de 1934, se fue de este mundo, luego de sufrir una embolia cerebral que le cortó sus alas y se llevó la fuerza de su poesía. Sin eso, no valía la pena seguir luchando; porque Huertas solo nació para acariciar la vida cantando.
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