El dilema más grande en la vida de Rafael Manjarrez
Rafael Enrique Manjarrez Mendoza, es ese singular compositor vallenato que se volvió perenne desde el mismo momento en que comenzó a entrelazar sus propias historias y su sentir con leyendas de nuestros pueblos bañadas en melodías que le salían del pecho, para deambular en medio de la noche entre serenata y serenata por su querida Guajira; buscando romper fronteras y llegar a cada rincón de la patria. Luego sus cantos viajaron mucho más allá del País Vallenato, más lejos de Barranquilla, cuando a finales de los años setenta el interés de los cantantes de moda se centró en ‘Rafa’, aquel muchacho provinciano que se fue a la capital del Atlántico, con los bolsillos vacíos en busca de una formación profesional.
Hablar con ‘Rafa’ Manjarrez, el abogado, el notario, ‘el de siempre’; es sumergirse en la provincia, es navegar por los senderos de la amistad eterna, es retozar la alegría momento a momento, es viajar por la nostalgia escuchando un sinnúmero de esas historias que no convergen con el olvido y que le permiten de vez en vez tomarse a sorbos los recuerdos.
Por eso yo describiría su existir como una burbuja donde se reflejan las más bellas, extrañas y sorprendente anécdotas que a cualquier ser humano le han podido ocurrir. Una de esas disyuntivas de amor en el transcurrir de sus días, dio origen a un clásico grabado por Jorge Oñate y Juancho Roís en 1981, titulado ‘El dilema de mi vida’. En esa canción se materializa el drama de cualquier joven de ayer y de hoy, quien tiene que escoger entre un romance con su novia de niña, su vecina, su paisana; y el amor de “una madre bien querida”.
La disyuntiva de ‘Rafa’
Lo decían los grandes maestros del vallenato que ya partieron, -entre ellos Escalona- que las canciones son sólo vivencias, y ese deambular por los vericuetos del amor, le permitieron al hijo de Manuel Enrique y Sabina, ennoviarse con Alma Rosa, su vecinita de entonces en su pueblo natal, La Jagua del Pilar y cantar, cantar su amor a todo pulmón. Nada se podía hacer ‘la traga’ se había ‘encarapitado’ en el corazón del muchacho cuyas raíces maternas lo preñaron de poesía; el mismo que no dejaba de maravillarse con ‘La Vela de Marquesote’, una caída de agua del río que lleva el mismo nombre, y que en época de lluvias por la inmensa creciente semeja una vela, en un lindo espectáculo orgullo de los Jagüeros.
Ese noviazgo desde el inicio no contó con la aprobación de su familia, mucho menos de la madre de los Manjarrez, que se resistía rotundamente a que ese idilio avanzara. Ella tenía sus motivos que no iba a discutir con nadie pero que su hijo conocía muy bien.
Sin embargo el romance florecía en toda su plenitud, pese a la oposición familiar; hasta que Rafael Manjarrez se encontró en el más grande dilema de su vida. Tal vez su juventud fue la causa para ceder cuando llegó el momento en que tuvo que tomar una decisión, porque la situación ya no daba para más. Así sufriera luego, así muriera en el intento, debía dejar a la muchacha y lo hizo, porqué su vieja se oponía.
Cada vacaciones, cada diciembre, era su tortura, era su martirio, los celos pegaban fuerte al conocer la existencia de otro pretendiente, ya que el compositor en el tiempo que transcurrió luego de romper con Alma Rosa, jamás la olvidó y ella tampoco podía sacarlo de su mente. Eso los llevó a retomar el romance de forma más mesurada, se veían a escondidas para más contrariedad de la madre de ‘Rafa’. Claro, el amor rindió sus frutos; era imposible ocultar lo que se avecinaba y nació Ivón, la hija mayor de Rafael Manjarrez. Después de eso la relación al fin se acabó, y para siempre.
No obstante, ese amor imposible inspiró otras bellas melodías al poeta guajiro, quien siempre se reprochaba no haber sido más decidido a la hora de la verdad; sobre todo después de cantar la canción en cada parranda, donde muchas personas le preguntaban sobre ese pésimo comportamiento con su paisana; pregunta que muchas veces se quedaba sin respuesta, porque nadie imaginaba la pena que esa situación le causó.
Mientras cursaba sus estudios de Derecho en Barranquilla, Rafael Manjarrez recibió dos cartas que lo hicieron llorar de tristeza. Dos novias de ayer le escribían; una era la chica del dilema diciéndole que lo adoraba aún, y la otra era de un amor furtivo que se le cruzó a ese idilio del pasado. La indecisión no le permitió responderle a ninguna de los dos, porque de hacerlo tendría que mentirles a ambas y al regresar a su terruño no lo iba a tener nada fácil. De ahí que su indecisión sólo sirvió para el nombre de la canción que cuenta esa historia y que más tarde ‘Los Betos’ convertirían en otro éxito.
Muchas primaveras pasaron y el destino se encargó de colocar las cosas en su lugar. Alma Rosa hizo su vida lejos de los recuerdos, muy lejos de su pueblo; mientras que su hija Ivón, producto de ese amor con Rafael Manjarrez, fue criada por su abuela materna que la adora más que a nada en el mundo. Y casi treinta años después, al hombre de la indecisión, de los dilemas en su vivir, al muchacho de aquel amor, se le atravesó un motivo para otra inspiración al toparse frente a frente con Alma Rosa en Villanueva, Guajira.
Era la oportunidad perfecta, el lugar ideal y el momento exacto para vaciar el espíritu de resentimientos y sanar las heridas. Fue el momento de los reproches, pero también de los recuerdos, y escenificando un trozo de una de sus canciones volvieron a ser niños ‘no más por un ratico’, hablaron del pueblo, de los amigos y sobre todo de aquello que no pudo ser.
Hoy, cuando ‘Rafa’ el compositor, habla de esa historia ríe, calla por momentos, retoma el tema, cuenta cosas que muchos no conocían, recorta trozos de vivencias y se los guarda en silencio. Lo hace con todo el derecho del mundo, porque nadie más que él ha vivido el suplicio de querer callando, mientras su médula palpitaba de amor. Sin más qué hacer, con sus ansias desbordadas, sus complejos de culpa y su corazón a punto de estallar; un buen día dejó desbordar el sentimiento para liberar su alma y aquel sentir se volvió canción.
Después de más de tres décadas, después que llegaron sus otros hijos, cuando la calma abraza su vida, cuando el amor le permite seguir plasmando vivencias, Rafa continúa regalando alegrías a sus amigos, contando y cantando historias de su juventud y encontrándole la razón a su presumida, majestuosa y engreída tierra, al expresar: Ya sé porque La Guajira/ se mete hasta el mar así, como si pelear quisiera/ como engreída, como altanera/ como si al mundo mostrar quisiera/ que hay una princesa allí.
Y cómo no hacerlo, si se siente orgulloso de su terruño, de su casta, de su gente, de su universo mágico, donde la poesía invade el existir.
Siempre he sentido una gran admiración por Manjarrés. Un hombre hecho a tuerca y tornillo, y puesto a funcionar de una manera casi perfecta en el escenario Vallenato como compositor, presentador y defensor. Es Rafael Manjarrés, por no no decirlo de otra manera, una joya que el Todopoderoso puso y conserva en los anales de nuestro folclor vallenato.
Rafael Manjarrez.Ls buena persona,el compositor,el poeta.El amigo,Baluarte de este sentir musical,de esta historia,de este pais vallenato,narrador de sus propias vivencias,mi amigo por siempre.Felicitaciones y gracias por tanto aporte a este genero musical que engrandece a nuestro pais.JULIO MORILLO.
Aún recuerdo cuando aún era un niño y escuché los temas que plasmó en una especial obra musical y verdad que lo era.