22 de noviembre
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“Padrino, ¿dónde está papá?”, la pregunta que Diomedes volvió canción

En cuatro minutos y 35 segundos, Diomedes Díaz sacó de su alma el canto más sensible de su carrera musical porque lo vivió en carne propia, al punto de sacarle lágrimas, incluso, cuando lo estaba grabando, le tocó hacer varias paradas. Se trata de la canción ‘Mi ahijado’, la cual grabó en el disco ‘Mi vida musical’ con el acordeonero Juancho Rois en el año 1991, y que dedicó a ‘Pachito’ Herrera, quien nació el lunes cinco de mayo de 1986.

Le compuse estos versos a ‘Pachito’

para que así recuerde a su papá,

porque hombres como él somos poquitos

que viven como vivió Jesucristo

y mueren a muy temprana edad.

Hablar con ‘Pachito’ para recordar ese canto enmarca el recuerdo de su querido padre, a quien el artista Diomedes Díaz, su padrino, supo darle ese toque de gracia que quedó como testimonio del verdadero compadrazgo y donde hizo posible que unos versos se mezclaran con melancolía derramada en el pentagrama.

El niño bogotano, Luis Octavio Herrera Ariza, provocó esa inspiración que sacudió los cimientos del corazón, porque era un mensaje directo a la memoria de su padre, Luis Octavio Herrera Narváez, conocido como ‘Sambi’, natural de San Vicente del Caguán, Caquetá, quien fue secuestrado en 1990 y nunca regresó al seno de su familia. En ese momento, contaba con 33 años.

Pregunta sentimental

Es una larga historia, que por más que se quiera resumir no es posible, porque las lágrimas y el recuerdo 28 años después aún palpitan a través de la voz de Diomedes Díaz y el acordeón de Juancho Rois.

Al niño Luis Octavio, lo llamaba ‘Pachito’ su hermana Andrea, porque no pronunciaba bien la palabra hermanito, y así se siguió llamando por todos. ‘Pachito’ por primera vez accedió a contar en detalle la historia de su vida, esa que lo llevó a convertirse en ahijado de Diomedes Díaz Maestre, y principal protagonista de la bella canción.

“Me contó mi mamá (Beatriz Ariza Montes), que en una parranda mi papá le pidió a Diomedes que fuera mi padrino, y él aceptó. El bautizo se celebró cuando yo tenía un año. ‘El Cacique’ no pudo asistir porque estaba en otra ciudad atendiendo un compromiso musical; por eso lo representó mi abuelo materno José Ariza. A los pocos días, mi padrino llegó a confirmar y firmar el libro bautismal”.

Desde ese momento, la amistad de los compadres se afianzó más y hasta hubo muchos saludos en los discos. Cuando todo marchaba viento en popa, vino el suceso del secuestro y la muerte del compadre querido de Diomedes.

El tiempo pasaba, y el niño viendo que su padre no regresaba a la casa, constantemente le preguntaba a su mamá. Cuando lo hacía, ella para calmarlo le decía que andaba con su padrino Diomedes.

Lo que nunca se esperaba, sucedió. Cierto día, Diomedes se apareció con su amigo y compadre Gustavo Cabas Borrego en la casa de la viuda en Bogotá. Al sonar el citófono, la joven del servicio comunicó que la señora Beatriz no estaba. Entonces, Diomedes pidió saludar a su ahijado. Al abrir la puerta, el niño llorando le preguntó: “Padrino, ¿dónde está papá?”. El menor tenía la esperanza de que su progenitor llegara con Diomedes, pero otra era la realidad.

Y ahora mi ahijado me pregunta:

Padrino, ¿adónde está papá?

Y no puedo contestarle ná

porque me dan ganas de llorar

comadre mire como es la vida.

La dimensión de la pregunta dejó a ‘El Cacique de La Junta’ de una sola pieza. No pudo contestarle algo porque le dieron ganas de llorar. Eso le cambió la rutina de ese día, y no más se despidió, por su cabeza desfilaron todos los recuerdos juntos de su compadre, y en corto tiempo nació la canción.

La obra musical marcó de por vida a ‘Pachito’, y cada vez que la escucha lo arropa la nostalgia y el vivo recuerdo de ese papá que tuvo por poco tiempo.

“Cuando la canción salió yo estaba muy niño, pero después analicé la profundidad del mensaje con toda su carga de sentimientos. Toda una obra en homenaje a mi papá de parte de mi padrino. Cada verso está lleno de tristeza y se nota que mi padrino hizo la canción con el alma”, expresa ‘Pachito’, quien hoy cuenta con 32 años.

Contó que en cuatro ocasiones estuvo en los conciertos de su padrino, donde se interpretó la canción que los ponía a llorar juntos. Enseguida, sorprende con una declaración: “Soy más Diomedista que los propios hijos de mi padrino. Por donde voy es escuchando su bella música, lo exalto y lo defiendo de quienes quieren hablar mal de la máxima figura del folclor vallenato. Ese cantor campesino que no se cansó de darlo todo por su fanaticada que nunca lo olvida”.

“Diomedes, mi compadre del alma”, Beatriz Ariza

Comadre cómo está, cómo le ha ido

he llegado a su casa porque sé

que a pesar que el compadre se nos fue,

yo sé que aquí cerquita está conmigo

y principalmente con usted.

Desde Washington, Estados Unidos, donde vive hace 12 años, Beatriz Ariza Montes, la madre de ‘Pachito’, enfatiza que Diomedes Díaz fue un gran compadre y amigo fiel.

“Siempre estuvo de nuestro lado. Un hombre bueno, noble y en la canción ‘Mi ahijado’ describió todo lo que nosotros le significábamos, y hasta inmortalizó a su ahijado ‘Pachito’. Una vez me cantó apartes de la canción, pero cuando la grabó con Juancho Rois, quien le regaló un acordeón a ‘Pachito’, supe que esa historia iba a conmover a muchos corazones”, comienza diciendo.

Ante la pregunta de la frase incluida en la canción: “Aquellos hombres buenos cuando mueren, del cielo nos miran to’ los días”, respondió que “Esa es una realidad. Los seres buenos siempre estarán presentes y nos miran desde el más allá. Nada es eterno, pero el recuerdo perdura”.

Entrando en mayores detalles de la canción, expresó que ese fue el más grande regalo que Diomedes le hizo a su ahijado, para que nunca muriera el sentimiento por su padre y su hijo tuviera el más grande agradecimiento con su padrino.

El tiempo avanza, los recuerdos se asoman por la ventana del sentimiento, pero todo quedó enmarcado en una canción, esa que hoy ‘Pachito’ Herrera, casado y con una hija, no le permite olvidar el momento cuando su padrino le mandó la más grande bendición cantada en medio de la mayor tristeza acompañada con lágrimas.

Ahijado que Dios me lo bendiga

y que me le dé una larga vida,

para que reemplace a su papá.

Por Juan Rincón Vanegas

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