Iván Duque y los retos de una nueva era política en Colombia
El nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, tendrá como principal desafío gobernar una Colombia amenazada por el narcotráfico, en tensión con Venezuela y fracturada por los acuerdos de paz.
A partir de este 7 de agosto, ad-portas de asumir el cargo, Duque y su bancada mayoritaria se enfrentarán a varios desafíos tras ocho años de férrea oposición al impopular Nobel de paz Juan Manuel Santos.
Más de diez millones de electores apoyaron el regreso de la derecha conservadora al poder en la figura de este abogado, que con apenas cuatro años en el Congreso ascendió en hombros del exmandatario Álvaro Uribe.
1) La paz, a revisión
Luego de vencer en la contienda electoral de mayo pasado, Duque apuntó corregir, sin hacer “trizas”, el acuerdo que enterró medio siglo de conflicto con la ya disuelta guerrilla FARC.
Suscrito en 2016, este pacto permitió el desarme de 7.000 combatientes y ha evitado 3.000 muertes al año, a cambio de que los rebeldes puedan hacer política.
Sin embargo, recibió el rechazo de la mitad de los colombianos en un plebiscito que terminó siendo la semilla del amplio triunfo de la derecha.
Apenas elegido, Duque prometió que hará “correcciones” a lo pactado sin dar más pistas, aunque en campaña aseguró que buscaría que los jefes rebeldes acusados de delitos atroces paguen un mínimo de cárcel y queden inhabilitados para ejercer como congresistas.
El nuevo partido FARC, que ha descartado el regreso a las armas, lo llamó a la “sensatez” y a no burlar lo pactado.
“Una cosa es el discurso en campaña para llegar y otro cuando está en ejercicio, creo que sería muy costoso echar atrás algo que ya ganaron” los exguerrilleros, dijo Fabián Acuña, analista de la Universidad Javeriana.
Duque, que además propone endurecer las condiciones para el diálogo en curso con los rebeldes del ELN, dijo que respetará lo acordado para que los excombatientes se reincorporen socialmente.
Con su discurso “de unión”, Duque plantea “una posición más flexible que la de Uribe”, pero “esa posición, de todas maneras, conlleva un mensaje de revisión”, según el experto Andrés Macías, de la Universidad Externado.
Proceso de paz con el ELN
Uno de los puntos importantes para el nuevo gobierno será la negociación de paz con la guerrilla del ELN, diálogos que el gobierno Santos dejó sin definir las bases de un cese bilateral al fuego y la finalización del conflicto.
Esta será una decisión que deberá tomar Duque en compañía de su asesor Miguel Ceballos, quien fue designado para realizar el empalme del proceso de paz, será el nuevo Gobierno el que pueda lograr esa posibilidad del cese el fuego.
Los secuestros que ha cometidos el ELN se pueden convertir en un obstáculo para que puedan avanzar en esos diálogos. Solo hace algunos días el ELN secuestró a cuatro uniformados y dos civiles en Chocó y mantiene plagiado el actual gerente de la Empresa de Servicios Públicos de Arauca, José Leonardo Ataya.
“El ELN también tiene que dar muestras de quiere hacer la paz. La sociedad colombiana está pendiente de ello y esperamos que así actúen los comandantes del Comando Central del Ejército de Liberación Nacional (Coce) con el nuevo Gobierno”, afirmó en las últimas horas el defensor del Pueblo, Carlos Negret.
2) La sombra de Uribe
Las preguntas son recurrentes: ¿Duque será un “títere” de Uribe, como acusa la oposición; será independiente pero fiel a los postulados uribistas o, como Santos, “traicionará” a su mentor?
“Duque ha ganado todo obedeciendo todo lo que dice Uribe, entonces el fantasma de Uribe es real”, afirma Acuña.
Los colombianos renovaron su fe en el exmandatario, pese a investigaciones por presuntos vínculos con paramilitares e interceptaciones ilegales. “Es la personalidad política más importante del siglo XXI en Colombia”, explica el investigador Nicolás Liendo.
En 2010, cuando abandonó el poder, logró la victoria del poco carismático Santos. Cuatro años más tarde, dio batalla con un desconocido Óscar Iván Zuluaga frente al actual presidente. Y en 2016 lideró la campaña por el “No” que obligó a renegociar lo negociado con las FARC.
Ahora su delfín gobernará la cuarta economía latinoamericana con las banderas del mentor: mano firme contra la violencia, inversión privada y defensa de valores tradicionales.
Y además Uribe liderará en el Senado la bancada de su partido, el Centro Democrático, tras obtener la mayor votación en marzo.
3) Presión a Maduro
Opositor del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, Duque pretende liderar la presión internacional contra lo que considera una “dictadura” presidida por un “genocida”.
“A partir del discurso de campaña se esperaría que la relación con Venezuela vaya a ser terrible”, indica Acuña.
Duque amenaza con denunciar a Maduro ante la Corte Penal Internacional (CPI) junto a otros gobiernos y devolver la democracia al país petrolero con ayuda de la OEA.
Con una frontera común de 2.200 kilómetros, Colombia enfrenta un inédito flujo migratorio de venezolanos que huyen de la crisis económica.
En los últimos 16 meses han llegado más de un millón de personas provenientes de Venezuela.
“Hasta que no termine esa dictadura el flujo migratorio no parará. Así cerremos la frontera, estas son porosas y continuará la migración”, ha dicho.
Autoridades en Venezuela, uno de los países garantes del acuerdo con las FARC, son señaladas por Duque de complicidad con el narcotráfico.
4) Drogas y EEUU
Cocaína decomisada en el Golfo de Urabá
Colombia, el mayor productor mundial de cocaína enfrenta una disparada de los narcocultivos que le valió un severo llamado de atención de Estados Unidos, su tradicional aliado y principal mercado de la droga colombiana.
Duque, que quiere una buena relación con el imprevisible Donald Trump, ofreció reactivar las fumigaciones antidrogas con un herbicida diferente del glifosato -prohibido por ley-, lo que seguramente le abrirá un frente de tensión con los campesinos cocaleros.
El mandatario electo, que promete penalizar de nuevo la dosis mínima, admitió el domingo que el crecimiento de las siembras de coca “amenazan la seguridad nacional”.
Y sin anticipar una estrategia en concreto, esbozó una política de seguridad para “campos” y “ciudades” que involucra la lucha frontal contra el narco en momentos en que las mafias mexicanas están financiando a los disidentes de las FARC que copan espacios dejados por la exguerrilla en las fronteras con Ecuador y Venezuela.