De la Calle Lombana dice que se propone derrotar a las Farc con votos, sin balas y convoca coalición nacional
Tras dejar en claro que no es el candidato de las Farc, Humberto de la Calle Lombana dijo que si bien respeta la participación política de los integrantes del exgrupo guerrillero, notificó: “Cada loro en su estaca, no compartimos sus tesis y las vamos a derrotar en las urnas a punta de argumentos, sin balas, sin que nos cueste vidas, en democracia, para eso firmamos el acuerdo de paz”.
En su discurso, tras declararse ganador de la consulta liberal en una precaria votación frente a su oponente Juan Fernando Cristo de la mano del exalcalde Antanas Mockus, De la Calle Lombana convocó a otros sectores a hacer un frente común hacia la elección de mayo y derrotar a quienes quieren que nada cambie en este país.
“A quienes han presentado sus candidaturas a favor de la paz y contra toda forma de corrupción, les digo que podemos hacer una coalición enorme que derrotará a quienes quieren que el progreso sea solo para unos cuantos”, precisó el exnegociador de la paz con la Farc.
Este es el texto integral del discurso de De la Calle Lombana al resultar elegido candidato único del liberalismo en la consulta de este domingo:
Gracias, Gracias, Gracias! A todos, gracias por creer, gracias por dar el primer paso, gracias por dar este paso al frente para decir que en Colombia si es posible cambiar la historia. Gracias por señalar el camino, porque con nuestra victoria de hoy empezamos a caminar juntos hacia un nuevo país en que quepamos todos, absolutamente todos. Lo mejor de este resultado es que demuestra que es posible ir más allá de la paz. Hoy celebra el Partido Liberal y celebra el país, porque tenemos una democracia que permite que la voz de las mujeres y los hombres de buena voluntad sea escuchada. Esto fue posible porque tenemos una democracia viva. Esta noche celebramos con toda Colombia, porque con este ejercicio de participación política logramos un impulso que renueva la vocación transformadora del liberalismo. Al mismo tiempo, nos permite abrir los brazos para que lleguemos a un puerto común con todos los colombianos.
Esta campaña demostró que es posible hacer una política limpia, respetuosa, constructiva. Ese ha sido siempre mi espíritu, y agradezco a mi oponente, el ex ministro Juan Fernando Cristo, haber compartido la decisión de competir de esta manera. Juan Fernando ha sido un liberal combativo, firme en sus convicciones, digno exponente del talante de las personas de su tierra y eso hace más grande la ilusión de trabajar con él, mano a mano en la construcción de un nuevo país. Un país donde las regiones tengan el papel que deben tener en la historia, y no subsistan a la espera de las decisiones desde la burocracia centralista.
La democracia colombiana es nuestro mayor patrimonio colectivo y es necesario que le pongamos el pecho. Es indispensable que la protejamos: protegerla de los fanatismos, de los caudillismos; protegerla de esa sombra oscura que proyectan visiones mezquinas que buscan que volvamos al odio irracional por el rival y a los días en los que se quemaban libros para impedir la libre circulación de las ideas. Protegerla de la corrupción, del clientelismo, el cual asume los recursos públicos como un terreno libre para ambiciones personales. Hoy ganamos los que creemos que las mujeres deben tener las mismas oportunidades que los hombres para salir adelante, y los que creemos que todos podemos ser quienes somos realmente, sin ser señalados ni marginados. Aquí estamos los convencidos de que el combate contra la pobreza es la llave para que seamos verdaderamente libres. No queremos una Colombia que se duerme tranquila mientras son tantos los niños que se quedan sin comer y sin una educación que les permita tener un futuro digno.
Hoy, cuatro de cada cinco niños nacen para jugar el partido de la vida en una cancha desnivelada, y la estructura de la sociedad colombiana los mantiene en el hoyo negro de la pobreza. Enderezar esta cancha de la vida, para que todos tengamos las mismas oportunidades, es la máxima fundamental del liberalismo igualitario que profeso. La desnutrición infantil, el embarazo de menores de edad, la ausencia de soluciones de saneamiento y agua potable, la muerte por enfermedades evitables, son realidades crueles que ya no dan más espera y que deben desaparecer. Es paradójico, pero justo cuando el mundo se ha volcado sobre la solidaridad, cuando los empresarios aplican la noción de la economía de la colaboración, en Colombia aun crecen fuerzas que se nutren del egoísmo. A esos que creen que la riqueza se genera sobre los hombros de la pobreza, les decimos que creer que todos los niños deben tener las mismas oportunidades no es un embeleco, ni una promesa demagógica. No, señoras y señores: garantizar el libre desarrollo de los niños es un imperativo ético y político.
Creo con franqueza y sin disculpas, que no hay margen de espera para combatir la inmensa brecha que existe entre ricos y pobres La verdad es que hoy quedó demostrado que está a nuestro alcance comenzar un nueva era de progreso. Ese progreso que genera la igualdad necesaria para que se acaben los conflictos sociales, que hoy parecen ser una característica de nuestro día a día. El progreso es nuestro si lo queremos tomar, solo necesitamos voluntad y determinación para no desfallecer ante las dificultades.
El cambio para Colombia viene, ténganlo por seguro, y es nuestra responsabilidad acelerarlo para que llegue de la mano de la reconstrucción de nuestro tejido social. Si estamos aquí es porque nos gusta la diversidad, porque sabemos que en nuestras diferencias encontramos nuestra fuerza; estamos aquí porque entendemos que ser distintos es una ventaja y hoy, más que nunca, entender eso constituye una demanda de la Historia. La verdad es que en Colombia hay quienes quieren convertir en pecado pensar con optimismo. Tenemos que creer que es posible enfrentar los desafíos descomunales y superarlos.
No podemos dejar que el miedo dicte la dirección de nuestro destino, de la misma manera que no podemos dejar que quienes se alimentan del miedo decidan por los más frágiles. Las regiones de Colombia cuentan con una inmensa riqueza, natural y humana, desaprovechada. ¡No más! Vamos por una verdadera autonomía local, porque sin autonomía no hay responsabilidad, ni empoderamiento. Tenemos que dejar de menospreciar a las autoridades locales y más bien empezar a exigirles soluciones reales para los problemas propios de cada rincón del territorio.
Se abre ante nosotros el camino para un nuevo país, donde no haya más violencia; donde no haya más coca, ni haya un solo campesino que no vea otro horizonte diferente a trabajar para los delincuentes. Hoy podemos ver más allá de los centros urbanos y pensar en un campo palpitante, tecnificado, conectado, integrado con el mundo. Los campesinos de Colombia van a tener la verdadera oportunidad de salir del atraso, porque al fin podrán empezar a pensar en el porvenir sin inclinarse frente a la incertidumbre de la amenaza de la muerte o de la muerte misma. Vamos a vigorizar nuestro sector productivo con empresas que compitan en el escenario internacional sin complejos.
El sector privado tiene la responsabilidad de liderar el camino hacia una economía moderna, innovadora y eficiente, respetuosa en su relación con el medio ambiente. Y el estado tiene la responsabilidad de ser un socio, facilitar su creación, promover su acceso a los mercados globales, y no ser un estorbo que impida su desarrollo. Nuestro compromiso debe ser garantizar el equilibrio entre todos los actores de la economía para que convivan en un entorno estimulante, balanceado, justo, y por todo eso, sostenible en el tiempo. Queremos una Colombia, con un sistema de salud que se sustente en la prevención de los males. Y a partir de esa comprensión, desarrolle grandes programas de educación en salud, deporte, ocio productivo, al tiempo que pone al día su sistema de respuestas, que está en crisis. Las puertas de los hospitales no pueden ser una barrera infranqueable e indiferente, que no permita pasar a quienes deben recibir servicios adecuados. Una barrera entre el paciente y el médico, entre la muerte y la vida.
Queremos una Colombia que abraza su riqueza natural y la defiende del desarrollismo ciego. Estamos en el siglo XXI y tenemos la tarea de entregarle a las generaciones que vienen un planeta más sano que el que recibimos. Vamos a tumbar ese mito de que la seguridad es un tema de la derecha. La seguridad es una necesidad de todos los colombianos sin importar su partido. Salir de la casa, montarse en un bus, tomarse un café y volver sano y salvo es un derecho, no una cuestión de ideologías. Llegó la hora de que la seguridad se consolide a partir del hecho de que la inmensa mayoría de los colombianos somos seres humanos anticrimen.
No tiene sentido una sociedad en donde haya delitos exitosos que vayan desde el robo de un celular en la esquina de un barrio, hasta la promoción de cultivos ilícitos, pasando por el contrabando y por la perversa minería ilegal. Digámonos la verdad: nuestros policías y soldados no pueden seguir solos en la lucha contra las delincuentes. El respaldo de la ciudadanía y una justicia efectiva, no dan espera. El cambio es urgente y las grandes transformaciones que requiere nuestro país llegarán justamente porque con valentía estamos dando un paso al frente, para que los débiles sean escuchados, para que quienes fueron desplazados puedan volver a su tierra y quienes fueron víctimas puedan ver a los ojos de sus victimarios y reclamar justicia. Llegó el momento de ir más allá de los acuerdos que lograron acabar con la guerrilla más antigua del mundo. La verdad es que hoy comienza a ser posible construir la tranquilidad necesaria para vivir sin miedos. Vivir tranquilos, es vivir con paz y con seguridad.
En el pasado reciente demostramos que lo que parecía imposible era posible. De la guerra cruel, destructora, miserable, triste, pasamos a la posibilidad de incluir en nuestros debates a quienes creían que no tenían más posibilidad que acudir a la violencia para ser tomados en cuenta. Seamos sinceros, ellos llegaron a acuerdos confiando en la honorabilidad de quienes con nuestra palabra estábamos al otro lado de la mesa, representando la entereza de un país que desea la paz y que honra sus compromisos. Fue esta una de las razones fundamentales para que dejaran atrás las armas. Obviamente nos opondremos a las tesis de la Farc, y por ello mismo queremos derrotarla con votos y sin balas, a punta de argumentos. Así como nosotros estamos cambiando la historia, no vamos a permitir que queden en el olvido millones de víctimas. Pero no perdamos de vista que aquí no se trata de cambiar el pasado sino de cambiar nuestra manera de afrontar el futuro. Son las futuras víctimas del conflicto armado con esta guerrilla las que hoy de manera silenciosa y desde la vida nos invitan a seguir por un camino que, no me cabe duda, es el camino correcto. La historia de nuestros últimos cincuenta años es dolorosa, y no podemos volver atrás.
Querer volver al conflicto armado es una postura inmensamente egoísta. No podemos traicionar a nuestros hijos; No podemos cerrarles la posibilidad de inaugurar otra Colombia. Ya recorrimos el camino de la violencia, demos paso a la autopista de la paz. Sería increíblemente torpe ceder frente al miedo y aquí hay carácter para no dejarnos intimidar por las voces que esparcen terror. Por eso preferimos el dialogo a la opresión, por eso preferimos tender la mano a cerrar el puño, y por eso solicitamos ideas en lugar de exigir obediencia. Tenemos que remangarnos y trabajar por las cosas que nos unen. Aquí no hay espacio para las mentiras que siembran odios, ni tiempo para las mezquindades que cosechan rencores. Nuestra política es la de apertura a la transparencia y la de cero tolerancia al atajo.
La verdad es que estamos ante la mayor oportunidad de nuestras vidas. Porque hemos comenzando a cambiar lo que nos estaba haciendo tanto daño. Ahora bien, para que todo esto sea posible, es necesario reformar la manera de hacer la política. Para ello, un primer paso es cambiar nosotros mismos nuestra cultura de la indiferencia. La verdadera transformación política la tenemos en nuestras manos, con nuestros futuros votos, con nuestros ojos vigilantes de la realidad nacional, sin dejarnos engañar, pasando de la queja a la acción y de la ilusión a la obra.
Sin la participación ciudadana la solución a cada problema es mucho más difícil. La participación ciudadana debe convertirse en la esencia misma de la acción de las instituciones a la forma de hacer política hay que devolverle su grandeza y para ello es esencial que asuma la única forma que debe ser, que no es otra, que la de buscar la construcción de una sociedad justa donde quepamos todos. Como nunca antes en su historia Colombia requiere una forma distinta en la forma en que el ciudadano se relaciona con los partidos, con el Estado y sus instituciones. Porque tal como lo afirmé en el pasado congreso Liberal, es urgente cambiar de raíz la forma en que hemos concebido la actividad política, y ser francos, sinceros y autocríticos al aceptar que esta es una de las principales causas sobre las cuales prolifera la corrupción que nos carcome. No podemos seguir, ni un día más, concibiendo lo público como un territorio de enriquecimiento personal. Ni mucho menos como una instancia para el saqueo desaforado. No podemos continuar repartiendo puestos sin reparar en que lo fundamental es la eficiencia en la función que se debe desempeñar. No podemos seguir condenando a los colombianos a utilizar palancas para conseguir un empleo, una cama en un hospital o un cupo en un colegio.
Es urgente que modifiquemos la concepción de lo público que ha producido esta realidad de escándalos de corrupción, una tragedia que estamos sufriendo. Corrupción y democracia son incompatibles. Corrupción y progreso, son incompatibles. Hemos comenzado a cambiar la historia, y hoy quiero invitar a todos los colombianos a ser muchos más quienes compartamos esta senda.
A quienes piensan como nosotros. A quienes piensan que es posible derrotar a la corrupción y hacer de la paz un nuevo comienzo para Colombia, los llamamos a hacerlo juntos. Tenemos aquí un punto de reunión sólido, coherente, que nos invita a ser responsables con la historia. Es el momento de hacer una unión de voluntades con quienes creen, como nosotros, que se puede ser optimistas frente al futuro y que debemos caminar de frente hacia la mayor batalla que enfrentamos que es la desesperanza.
A quienes creemos que la educación, la salud, la seguridad no pueden ser un privilegio, los llamamos a realizar esta tarea juntos. A quienes estamos convencidos de que en Colombia los empresarios, los trabajadores, las emprendedoras, las madres cabeza de familia y en fin, todos los colombianos y colombianas tenemos cabida en nuestro territorio, los llamamos a hacerlo juntos. Los convoco esta noche para que hagamos frente común hacia la elección de mayo y derrotemos a quienes quieren que nada cambie en este país.
A quienes han presentado sus candidaturas a favor de la paz y contra toda forma de corrupción, les digo que podemos hacer una coalición enorme que derrotará a quienes quieren que el progreso sea solo para unos cuantos. En mi caso, como candidato del partido Liberal a la Presidencia, pongo a disposición de ustedes, y de Colombia, la experiencia, la firmeza, la decisión y el carácter necesarios para lograr salir adelante. Y lo hago hoy desde el partido Liberal porque este partido siempre ha estado en los avances más trascendentales de la historia de Colombia.
Somos una colectividad con una potente voluntad de creación, la cual es fundamental para transformar la realidad. Una colectividad guiada por principios bien definidos, siempre en defensa de las libertades civiles, de los derechos humanos, de la libertad económica y del respeto a las ideas ajenas. Siempre guiado por el principio de la no discriminación y de la protección de las minorías.
El liberalismo igualitario, que como yo muchos profesamos, busca equilibrar las posibilidades de todos, para que todos puedan salir adelante para así alcanzar los niveles legítimos de bienestar y felicidad. Un liberalismo que tantas veces nos ha convocado para decirle no a los tiranos. Estamos ante el umbral de la transformación más importante de nuestra historia. Los invito a todos, sin excepción, a que construyamos un país donde quepamos todos. Viva el futuro de Colombia en paz y sin corrupción.