25 de noviembre
Historias

Los Derechos del Rio San Francisco

Entre las piedras el San Francisco sonríe con sus aguas de chocolate claro, para impresionar, entre los dedos el agua es fresca como guarapo de panela..

Hace pocas semanas, La Corte Constitucional colombiana, publicó la sentencia T622- 2016, un dato que para la mayoría de nacionales no dice nada, excepto para un grupo de abogados, ambientalistas e interesados en los temas de la naturaleza, sus historias, su conservación y dolientes de su destrucción. Decía el alto tribunal, en su extenso texto,  en su artículo cuarto:-

Los higueretos, mieleros, bejucos rosados, y bajaguas de las orillas, forman un jardín solitario, para entretenerlo

RECONOCER al río Atrato, su cuenca y afluentes como una entidad sujeto de derechos a la protección, conservación, mantenimiento y restauración a cargo del Estado y las comunidades étnicas, conforme a lo señalado en la parte motiva de este proveído… etc, etc.

Antes que el problema de la  justicia ocupara las primeras noticias del país, por el “Cartel de la Toga” la decisión ocupaba las discusiones entre juristas, por el reconocimiento que máximo tribunal  daba a un rio, y no a personas o entidades como es tradición, es decir ser sujeto de derechos.

El San Francisco versus el Atrato

 

El río Atrato forma un amplio valle de tierras planas y anegadizas. Varios caseríos  rurales y urbanos se asientan en la proximidad de sus riberas y a lo largo de sus 750 kilómetros de recorrido, el Atrato pasa por Quibdóma, Curvaradó, Vigía de Curvaradó, Riosucio, La Honda, Cacarica, Puerto Libre y Sautatá en el departamento olvidado del Chocó  y sus límites políticos con Antioquía.

Fue entonces cuando recorrí los pocos kilómetros del rio de mi infancia, El San Francisco en La Guajira sur, al norte del país. Ambos tienen, a decir de la corte los mismos derechos para salvarse, pero sus condiciones geográficas y de importancia son diferentes; mientras el caudaloso Atrato recibe como afluentes el Cabí, Negua, Quito, Munguidó, Beté, Buey, Bebará, Bebaramá, Tagachí, Murry, Arquía, Buchadó, Bojayá, Murindó, Opogadó, Montaño, Curvaradó, Domingodó, Truandó, Salaquí,  Cacarica y el León, El San Francisco, cuando llueve recibe las gotas de pequeños arroyitos sin nombre que bajan de la Sierra Nevada, en cuyo mapa su nombre aparece escrito con lápiz para que se borre en poco tiempo. Incluso en su nombre se nota que es un rio “Franciscano”, pero sin sus pocas aguas, al menos diez veredas no vivirían en sus orillas,  desde La Sierrita, Potrerito, El Machín, Curazao, Carrizal, La Junta, La Peña, Lagunita y antes de llegar a Los Haticos, se mete en la tierra para siempre. Cuando le da pesar despierta en forma de pequeñas lagunas para dar de beber a los animales cercanos, algunos zorros solitarios, conejos y armadillos que saben esperar meses hasta que regrese con las lluvias. Entonces, subterráneo y de noche llega al Cesar, sin alharacas.

La Olla, se forma entre las piedras con su boca verde, para llamar al sol y saludar a las aves  cerca de la corriente.

Vuelvo al concepto de La Corte y  en el contexto de su fallo dice: El departamento del Chocó tiene una extensión de 46.530 kilómetros cuadrados, equivalentes al 4,07 por ciento del total de la extensión del país, es una de las regiones más biodiversas del planeta, y cuenta con tres ríos, uno de estos el Atrato.

Este río tiene 40.000 kilómetros cuadrados y representa el 50 por ciento del área del departamento, una de las fuentes con mayor rendimiento hídrico en el mundo. Es por esto que el Atrato es el río más caudaloso del país y el tercero más navegable después del Magdalena y el Cauca.  Nada tiene que hacer el San Francisco, el pobre rio guajiro, que según estudios apenas tiene tres siglos de haberse formado, mientras el protegido por la corte es un rio milenario, como el Amazonas. El Atrato desemboca en el golfo de Urabá por 18 bocas que conforman el delta del río. Recibe a lo largo de su recorrido alrededor de 150 ríos y 3.000 quebradas. Está considerado por el Fondo Mundial de Vida Silvestre como uno de los bancos genéticos más ricos del mundo. Con el agua que arroja el Atrato al Caribe podrían llenarse todos los embalses del país en 11 días, 14 horas y 44 minutos. Para el San Francisco, tal vez en sus trecientos años, sería una misión imposible.

El río Mensajero

El San Francisco, cerca de su nacimiento tiene unos pozos de nombres indígenas imposibles de escribir y pronunciar, hace algunos cuarenta años tenía peces, sin ser un salvador de vidas, apenas la naturaleza daba para pocas familias y para miles de Martín Pescador que aun retozan en sus orillas buscando alguna esperanza. Los mayores dicen que en sus lagunas había babillas, delgados y guapos caimanes que se comían los cerdos de las parcelas cercanas y asustaban a algunas mujeres enamoradas que se bañaban en sus blancas arenas. Desde los años 70 y 80 del siglo pasado, los cultivos de marihuana entre los cerros de su nacimiento, perdieron la vegetación que mantenía sus aguas limpias todo el tiempo, luego del desastre ecológico de la famosa y trágica bonanza verde.

Entre las piedras un viejo bañista solitario, conversa en silencio con los alcaravanes del potrero.

Este rio delgado, manso y bueno, viene regando las piedras, las praderas, mientras los cerros de desboronan como gigantes para vaciar sus arenas al cauce, los cerros se desarenan sin control, para hundirlo, pero él se defiende por los mismos secretos que la naturaleza nunca revela. Pero no está contento.

 

Hoy los alcaravanes lo cruzan con sus patas largas y rápidas como rayos, y los loros y cotorras se bañan sin preocupación en sus aguas, al decir verdad se burlan de su corriente, mientras  suben a las ramas de los arboles cercanos a  secar su plumaje verde sol.

El San Francisco no tiene protección, de vez en cuando en elecciones, los políticos le siembran árboles que a la semana se secan sin ninguna vigilancia, producto de algún contrato con fines electorales, no ambientales, porque a decir verdad al departamento de La Guajira le invierten en reforestación, pero nunca se nota por la corrupción antigua del país.

Pero el rio sigue vivo, en su silencio es consiente que cerca de su nacimiento, es indispensable para el cultivo de aguacates, piñas, cítricos, ahuyamas, plátanos, limones y patillas para sustento de la población que sigue sus orillas.

Los pequeños ganaderos llevan sus vacas al rio, los campesinos sus burros,  las cabras y chivos bajan del cerro en busca de su corriente famélica, pero clara y fresca. No olvidar que el Cacique Diomedes Díaz,  por donde pasa tranquilo y sin ruido, le cantó al “Rio mensajero que inspiró a Diomedes, era el acordeón de Emilio Oviedo y Beto Zabaleta. Aun se le cantaba al rio y no a los celulares.

Ahí esté el verso:

Cae un aguacero allá en la sierra/  y es que va a crecer el día siguiente/ pero el rio me trajo en su torrente/ esta inspiración tan placentera/ mientras que las aguas mensajeras/ se venía mezclada la alegría/ del ambiente de la serranía porque le llovió en  en la cabecera/ En La Junta pasa por el centro, allí es donde nace mi cantar/ en él mando todo el sentimiento y lo desemboca en el Cesar, así pasa por Valledupar/ atravesando el puente Salguero/, convertido en el rio mensajero que lleva un mensaje en su caudal/

 

Entonces se esconde entre la arena del desierto, para aparecer en forma de manantiales y lagunas y diversos lugares..

En La Junta, forma El Salto,  con sus aguas mientras baja silente entre las ramas de trupillos, caranganitos, mieleros, brasiles, cañaguates, tocos, robles y carretos en las orillas. Ni para que mencionar las flores de higueretos, bajaguas amarillas y bejucos que saltan en sus orillas, mientras se esconde al final en el inmenso arenal donde desaparece para la vista, pero sigue como venas de agua entre la tierra.

 

¡ Y ahora el Amazonas!

Una conversación de lores juveniles secan sus plumajes entre las ramas..El San Francisco ya refrescó sus vidas hace unos instantes.

Frank Semper en su libro “Amazonas” cuenta que     en la jungla seguía por los puertos entre las palmas de canangucho con sus aguas de café amarillento, o cuando navegando por el Caquetá en 1915 Thomas Whiffen contaba los tucanes y las dantas, cruzando otros ríos hasta llegar a Iquitos y el  Caparananá que sigue al Putumayo, encontraba  hokkos, unos pájaros negros con nariz roja ni boxeadores que brincaban entre las ramas. Los alemanes exploraron el Amazonas desde siempre, Carl F. Appun, Humbolt, Goering, Koch Grunberg, todos en su tarea como zoólogos, taxidermistas, etnólogos, naturalistas  y exploradores.

El San Francisco, es más bien solitario, sin descubrir, es un rio casi nostálgico. Incluso el nombre de río le queda grande, pero ahora con sus derechos, no permiten que lo llamen de otra manera.

Los habitantes de los poblados, le ponen nombres, como si fueran puertos, como en el Atrato. En La Peña, por ejemplo pasa por la Piedra Grande, en Lagunita, para por El Guayo, La Cucullita, La Olla, La piedra del Medio, La Mella y el Mango de Marciano. Hace algunos años, y para llamar la atención ahogó a tres inocentes escolares para protestar por su recuperación, hoy las almas de esos tres críos descansan tranquilas sobre el azul antiguo de sus piedras. Fue un día de dolor, pero la naturaleza tiene sus eternos e impredecibles caprichos.

Al finas los arboles de totumos son sus confidentes, el rio mensajero se mezcla en otros ríos y ni despide, porque el que se despide no regresa..

Cuando se acaba octubre y aparece noviembre, entonces El San Francisco sigue besando a las piedras, refrescando las sombras, bañando a los pájaros sin nombres y algunas culebras sin fuerza de veneno que pasan por su corriente para burlarse de su inocencia como los loros. Si algún carro intente desafiar sus  arenas, entonces se “enchoya” para “atollarlo”, mientras sus conductores lo insultan sin desganos. Los chivos y terneros pasan solitarios detrás de sus madres, algunos limones amarillos y rotos por la creciente de la noche anterior, siguen pudriéndose en sus orillas. Las lavanderas regresan a sus aguas en grupos pequeños, más a conversar del pasado que a lavar las montañas de ropa de otros años, ahora las lavadoras industriales las remplazaron. Los nuevos visitantes lo miran como un arroyo lleno de arena, mientras de nuevo los alcaravanes que se camuflan con la tarde, atraviesan el San Francisco con sus patas largas y su pobre corriente. Aquí la Corte no dice nada, mientras el planeta de acaba en pequeños chorros que sigue alimentando vidas.

El San Francisco para quienes lo conocemos desde ayer, es permisivo, alcahueta, comprensivo y deja que  los amores sigan  despreocupados en su cauce, su pequeña y esbelta corriente que ahora de ríe en silencio. Nadie se ríe del río, ni permite que lo lloren, solo acepta que lo salven, y eso a regañadientes..

Por: Edgardo Mendoza Guerra

 

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