24 de noviembre
Opinión

“Hago política con mis amigos y gobierno con los mejores”

Por: Camilo A. Pinto Morón
@camilopintom

De las tantas frases relacionadas con gobierno, política y asuntos públicos en general que uno puede escuchar en un aula de clases universitaria, siempre hay algunas que llaman más la atención que otras, atrapan más, o como se dice por ahí, nos quedan sonando. La consigna “Hago política con mis amigos y gobierno con los mejores” se me quedó grabada desde el día que la escuché, y creo que es necesario contrastarla con la realidad política colombiana, sobre todo con los niveles departamental, distrital y municipal, en donde los lazos de amistad tienen un alto grado de inferencia a la hora de conformar los equipos de trabajo para administrar.

En el marco de la administración pública, especialmente en las entidades territoriales, se hace necesario reunir un talento humano con las cualidades adecuadas para que cumplan con sus deberes constitucionales, legales y reglamentarios. Funcionarios responsables, de alta calidad, que comprendan la magnitud, por ejemplo, de tener a su cargo el sector salud de un departamento, la gerencia de la empresa de agua potable y alcantarillado de un municipio, o estar al frente de secretarías como la de gobierno, educación y hacienda, para lo que indiscutiblemente deben conocer los temas a profundidad, ser hombres de Estado.

Al traer a colación la máxima que le da título a esta columna no quiero decir que no puedan existir amigos del alcalde o del gobernador aptos para el ejercicio de la función publica, claro que los hay, y muy buenos, pero también están aquellos que llegan a restar en vez de sumar, es allí donde falla el dirigente, en rodearse mal. Es obvio que al momento de gobernar nuestro alcaldes y gobernadores quieran estar con su gente de confianza, pero no deben cegarse empedernidamente ni perder de vista que parte de su éxito, en gran medida, diría yo, depende del recurso humano que lo vaya a acompañar. Las amistades, las herencias o participaciones políticas no deberían ser impedimentos para hacer las cosas como deben ser, rodearse bien.

En la actualidad existen muchas alcaldías y gobernaciones que las mata el hecho de tener funcionarios incompetentes, petulantes y con delirios de superioridad, de grandeza, sobre todo en cargos importantes como secretarías y directivas. Es sabido que la aristocracia es el gobierno de los mejores, aquellos que tienen los conocimientos necesarios sobre los temas que se ventilan en las administraciones, que tienen las actitudes y aptitudes indispensables para resolver las complicaciones consustanciales al sector público y para elaborar los distintos planes de contingencia. Se ha dicho que la aristocracia implica nobleza, algo bastante extinto por estos días, en donde los principios de la función pública se han visto pisoteados.

La idea de esta reflexión no es salir más papista que el papa, pero, ¿Cómo funcionaría la administración pública si le inyectáramos un tanto de aristocracia a los temas de gobierno y gerencia en nuestras regiones? O ¿Cómo se desempeñaría un alcalde o gobernador que sea más gerente pragmático que político apasionado?

En Valledupar y todo el Departamento del Cesar se acude más a los amigos que los mejores a la hora de saltar a la arena administrativa, tal situación ha hecho parte de nuestra cultura política desde hace mucho tiempo, es hora que tratemos de desligarnos de esto, algo difícil, para no decir que imposible, pero sí se pueden tomar medidas al respecto, así sea para disminuir la presencia de este fenómeno políticosocial que ha transitado de generación en generación de forma contundente.

Con esta columna no quiero entrar a señalar a un funcionario o funcionarios en especial, aspiro sí propiciar un ambiente de reflexión, invitar a los lectores a que como administrados nos preguntemos algo: ¿Nuestros actuales alcaldes y gobernadores hicieron política con sus amigos y hoy gobiernan con los mejores?

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