Caída de la torre de la decencia, la sensibilidad y la cordura…
Por: Herlency Gutiérrez
Todos caemos. Sin embargo, caer de la torre de la decencia, la sensibilidad y la cordura, es un lujo que no podemos darnos. Aun así muchos se lanzan premeditadamente.
¡Que se lancen; que lo hagan, si es su deseo! Pero ¿por qué en su ruidosa caída pretenden arrastrar almas en duelo? ¿Por qué en su afán de enlodarse buscan salpicar una tierra donde los acordeones no dejan de llorar por la pérdida de uno de sus hijos?
Todos caemos y hay caídas que evidencian que la acumulación de títulos universitarios tan solo se convierte en arrume de papel con el que se confeccionan vestidos a la medida que no cubren lo que jamás se puede medir: cualidades como la prudencia y la nobleza.
Todos caemos, es cierto, y sin descender a las miserias de la naturaleza humana, sin ofender a pueblos que cantan sus penas, sin culpar a hijos de errores ajenos.
Todos caemos y en esas caídas no arrastramos desechos que rasgan vidas, y mucho menos ausencias.
Todos caemos, pero ¿caer sobre la muerte, sobre la nostalgia de quienes ni siquiera conocen la existencia de aquella que un día decidió lanzarse de su torre de pobreza espiritual con la pretensión de desbaratar la grandeza de un muchacho que no solo es hijo de Diomedes Díaz sino de toda una tierra musical? ¡Se vale caer pero no tan bajo!
Todos podemos caer en desacuerdos, en críticas, en contradicciones luego de frases hirientes; podemos caer en comentarios mal intencionados y luego intentar desvirtuar lo declarado; se puede caer de cualquier torre pero no pretender aprisionar a otros con nuestras ruinas.
Todos caemos pero hay torres de las que nunca deberíamos descender: las de la decencia, la sensibilidad y la cordura. Por más alto que nos encontremos que nuestro descenso esté sostenido por las alas del respeto y la bondad.
Todos caemos y por eso haciendo uso del título de una de las canciones del Gran Martín Elías, me permito decir: ‘Ábrete’, sí, tú que estás bien caída de la torre.