‘Parangones absurdos’
Por: Camilo Andrés Pinto Morón
camilopintomoron@gmail.com
@camilopintom
Casi que a diario, lo digo sin temor a equivocarme, los colombianos solemos hacer una serie de parangones que tienen un sentido poco útil, como por ejemplo cuando comparamos quién le ha hecho más daño al pueblo colombiano, si las FARC o las AUC; si en el gobierno de Uribe hubo más corrupción que en el de Santos, o a la inversa; qué ha sido más nocivo para nuestra democracia, si la izquierda, el centro o la derecha, y así sucesivamente pretendemos disfrazar los impactos sociales, políticos, económicos y culturales que han acarreado las acciones u omisiones de quienes directa o indirectamente hacen o han hecho parte de las organizaciones criminales, los gobiernos centrales y las vertientes políticas traídas a colación.
Soy de los que cree que las cosas deben llamarse por su nombre, a César lo que es de César. Corrupción hay una sola, sea fomentada y auspiciada por Santos, Petro, Uribe, Moreno, Vargas, Bula, Ordoñez, o el apellido que quiera ponérsele. La violencia ha sido la misma por más de medio siglo, con distintas causas, medios y secuelas, pero a la final, en su esencia, sigue siendo ese aparato estúpido, vil y destructor que tanto las FARC como las AUC, el EPL, el ELN, el M-19, y sus derivados, han usado, según ellos, para llegar al poder y hacer de Colombia un país distinto. Sí, una locura. Pero esto no para. En materia de ideologías y singularidades políticas, tanto en la izquierda, como en el centro y la derecha, ha habido malos funcionarios y administradores públicos, pésimos actores dentro de la democracia representativa, o en síntesis, sujetos que lo único que han hecho es conculcar los principios que rigen la función pública dentro del Estado Social de Derecho.
Partiendo de lo anterior, se puede colegir que de nada sirve hacer diagnósticos cuantitativos y cualitativos simplemente porque exista una inclinación, filiación o interés político de por medio en cada uno de estos tópicos. En vez de actuar por pasión, hay que hacerlo por convicción, ese es el deber ser. Debemos adelantar acciones propositivas encaminadas a contribuir, así sea en una mínima cuantía, con el mejoramiento del establecimiento, así es como se puede llegar a construir país, no haciendo uso de aquella balanza para ver quién hizo más o quién hizo menos.
Colombia es un país que tiene una avidez de soluciones, de nuevas alternativas. Es cierto que las problemáticas se erradican amputándolas desde la raíz, pero no sirve de nada que nos centremos en dichos rizomas todos los días de nuestras vidas y nada hagamos para que las cosas cambien, y claro, mucho menos se logra cuando caemos en ese vacuo juego de las comparaciones, que como ya dije, son hechas tendenciosamente. Vale aclarar que esto no ocurre siempre, pero sí es muy usual.
Parte de nuestro estancamiento en materia de crecimiento como sociedad se debe a la falta de dinamismo y buenas prácticas, contrario sensu, cada día somos más estáticos, nos hemos empecinado en defender causas e ideas de manera sesgada, lo cual nos ha alejado del plano de los aportes de avanzada, lo que se traduce en que no estamos haciendo ningún tipo de aporte para la optimización del Estado.
Ya estuvo bueno de que los debates de nuestro día a día se concentren en si Pedro malversó más dineros y bienes que Juan. Que se acabe el famoso: “fulano fue menos malo que fulanito”. Aquí hay que empezar a buscar soluciones, comenzar a concebirlas. Estoy totalmente seguro que a través de vagas equiparaciones lo resultados no serán los demandados. Entonces, basta de ‘Parangones absurdos’.